11/06/2009 - DERROTA ¿PREVENTIVA?
Como en todos los epílogos de elecciones, cada partido político ha encontrado un refugio confortable en el análisis más positivo de los resultados y, de no encontrar tal cobijo, acudiendo a la esperanza, que siempre tiene los brazos abiertos para recibir a los frustrados que conservan un poco de optimismo. Así ha ocurrido con el tardío análisis de Rodríguez Zapatero que, además de calificar los resultados electorales como "dignos", se ha apuntado a la esperanza de un partido popular bloqueado que, pese a tener todos los vientos a favor, ha obtenido unos resultados positivos, pero poco positivos. En otras palabras, parece que el presidente del gobierno tiene en baja estimación política a Rajoy y su equipo y, por el contrario, considera quizá acertadamente que si la crisis económica empieza a recuperarse en unos pocos meses, llegará en una posición favorable a las elecciones generales del año 2012.
Sin embargo se aprecia un error en la apreciación de los resultados o en su difusión pública, porque cuesta creer que el equipo de sociólogos de Moncloa hayan zanjado la cuestión de un modo tan simple. Para quien ha participado en las capillas de las noches poselectorales analizando datos desfavorables, no resulta sorprendente que una derrota sin paliativos se presente adornada de elementos favorables y que se justifique los malos resultados con circunstancias extraordinarias. Es lo que se acostumbra a hacer. Pero en esta ocasión es tan difícil adjudicar el triunfo al partido popular como no admitir la derrota del partido socialista, que ha perdido más de setecientos mil votos. Es lo que afirmaba Arriola al decir que estábamos más ante una derrota del PSOE que ante una victoria del PP; y estimaba como causa principal la crisis económica. En el diagnóstico coinciden Jose Ignacio Wert y J..J. Toharía, y con otros matices Julián Santamaría, para quien los resultados deberían hacer reflexionar a ambos líderes sobre sus estrategias políticas y sobre los equipos que les asesoran (si es que hacen caso a sus equipos de asesores, lo que no es demasiado frecuente).
El mensaje que ha dejado el electorado con su voto y con su alta abstención, parece que ha sido captado por el Gobierno, pero quizá no con la crudeza con la que ha sido emitido. De las palabras del presidente del gobierno hay que deducir que ha tomado nota de la situación, pero esto tiene que traducirse en hechos, en políticas racionales alejadas de simples gestos, en una selección cuidada de sus colaboradores que junto a su lealtad tengan acreditada su valía y su experiencia polític;, en una adjudicación estricta de papeles a los miembros del Consejo de Ministros, para que hablen cuando deben y puedan, y si no, que callen para siempre y no digan inconveniencias.
Parece que todo esto es de catón, que todo el mundo lo piensa así y que cualquier gobierno debería tenerlo como regla de oro. Pero también la experiencia enseña que la soberbia pulula mucho por los pasillos del poder, y que ciega el sentido común y la percepción del bien general.
Los acontecimientos han rodado aceptablemente bien para el partido socialista y para su líder Rodríguez Zapatero, pese a la derrota que no es extrapolable a otras elecciones y que se produce tres años antes de coronar la legislatura. Tiene recursos y tiempo para imprimir correcciones a algunas políticas radicales y a rediseñar su equipo, a reconquistar el espacio competitivo del centro sociológico sin renunciar a sus políticas progresistas, porque su obligación como presidente es satisfacer a la mayoría de los ciudadanos o al máximo porcentaje posible, objetivo que está por encima de la rigidez de un programa electoral. En menos palabras: ha perdido ahora, pero el revés le ha podido servir de advertencia para corregir errores pasados y prevenir resbalones futuros.