12/11/2008 - RECESION Y BOLSAS DE FRAUDE
Son abundantes las recetas que se proponen estos días en los foros más brillantes para frenar el deterioro del sistema financiero y la recesión económica, ya manifestada con datos preocupantes en varios países. Las propuestas se repiten con insistencia en una serie de medidas contracíclicas que comprenden las ayudas estatales a las entidades financieras y de seguros, la depuración de los activos ficticios de la banca mediante su adquisición derivativa y las ayudas directas o indirectas a las empresas y particulares en situaciones difíciles mediante reducción de tipos de interés y rebaja de los impuestos. Todo esto de modo coordinado. Y para el futuro y grosso modo, la reforma del sistema financiero internacional y un mayor control de los flujos financieros y comerciales.
Es indudable que todas estas medidas son adecuadas y se están aplicando con oportunidad, una vez diagnosticada la gravedad de la situación. Otras decisiones se tienen que adoptar sobre la marcha, porque la inestabilidad económica origina acontecimientos imprevistos, como es el caso de las ayudas singulares a las industrias automovilísticas que, de una u otra forma, se están materializando en algunos países y se empiezan a considerar en otros como receptoras de los fondos estatales a través de sus divisiones financieras.
Pero los Estados no tienen sus reservas en los bancos centrales de modo físico, como en los tiempos del patrón oro. Sus recursos se constituyen con sus reservas en cuenta y los ingresos presupuestarios que, por efecto de la contracción de la actividad económica y del consumo y algunas de las medidas de reducción de impuestos, hay que suponer menguantes. La única solución es acudir al endeudamiento mediante la emisión de deuda pública para captar las desinversiones en bolsa o los capitales oscuros, quedando condicionadas las inversiones públicas de próximos ejercicios. Hambre para hoy y hambre para mañana.
Sin embargo, como ocurre siempre en las épocas de crisis económicas, existen ámbitos de actividad que aprovechan la situación para aumentar sus ganancias, aunque eludan tributar por ellas con operaciones de ingeniería financiera cada vez más perfecta que hacen muy difícil su descubrimiento, más exigible cuando el común de los contribuyentes tienen dificultades crecientes para cumplir sus obligaciones fiscales. Lo mismo cabe decir de los consabidos reductos de fraude que en España han conocido repetidas denuncias de las asociaciones de inspectores tributarios, como son los casos de algunas profesiones liberales, de la actividad inmobiliaria (de la que se estimaba el año 2007 una evasión fiscal próxima a los 9000 millones de euros) o de las rentas de arrendamientos, por solo citar algunas de las más ostensibles, o de la economía sumergida que alcanza un porcentaje solo superado por Italia en la eurozona .La Ley de Prevención del Fraude Fiscal ha servido de poco, y la actividad inspectora se ha seguido centrando en los incumplimientos formales y en el control de rentas salariales.
Nada popular resulta defender esta idea, y es de suponer que Solbes no la incluirá explícitamente en sus propuestas. Pero cuando una gran parte de la sociedad está afectada por la crisis económica y obligada a cumplir sus obligaciones tributarias, resulta más sangrante aun que otros se beneficien de la situación o eludan contribuir con sus aportaciones legalmente establecidas a paliar las carencias de sus conciudadanos, Llamar a la responsabilidad a los infractores es predicar en desierto. Lo pertinente y justo es poner los medios de investigación necesarios. Pagando todos sus impuestos es como se podría afrontar su rebaja.