León Buil

16/05/2006 - AL DIA SIGUIENTE DEL REFERENDUM

Son muchas y muy importantes las noticias que llueven sobre la actualidad política española desde todas partes en las últimas horas, obligando al Gobierno a multiplicarse para atender esta oleada de problemas: desde los que vienen con tintes reivindicativos desde Bolivia, el pariente pobre del cono sur que clama por compensar el expolio de sus riquezas mineras, hasta el incremento exponencial de las oleadas de inmigrantes que buscan el destino de Canarias para poner un pie en Europa, o el deterioro de la seguridad del contingente militar en Afganistán que obliga a enviar refuerzos. Y estos nuevos factores de preocupación se suman a los que ya parecen endémicos en el interior del país, como el repunte de inflación, la pérdida de competitividad de la economía española, la carestía de la vivienda y un largo etcétera, rematado por el omnipresente Estatut que, a la contra del Cid Campeador, hace perder batallas después de cobrar vida.
Porque el Estatut se ha cobrado muchas víctimas políticas y ha provocado la pérdida de algunas batallas. Entre las primeras, los flamantes Consellers de ERC que han sido despedidos con pena -de Maragall- y sin gloria, porque su actitud negativa ante la votación del referéndum introducía una contradicción irresoluble en un gobierno que había hecho de la aprobación de la reforma estatutaria el punto prioritario del programa aprobado por el tripartito También hay que incluir en el sindicato de víctimas a Piqué y su grupo que, ante la alternativa de mantener el tipo o ceder los trastos a Vidal Cuadras, ha optado por seguir a la sombra del poder: triste elección de una persona que se había ganado el respeto de los contrarios y un puesto en la historia política reciente de nuestra democracia. Hay muchas otras víctimas estatutarias que se revelarán cuando se culmine el proceso de traspaso de competencias y se cierre aún más la posibilidad en los traslados y cambios de destino intercomunitario de los funcionarios afectados.
Las batallas también han sido largas y tensas desde los primeros pasos del tripartito, nacido al amparo de no pocas concesiones del PSC a sus socios minoritarios, Maragall abandonó su política de contención de las pretensiones más autonomistas y se puso al frente de la manifestación consiguiendo una victoria pírrica en el Parlament que se convertiría en derrota en el Congreso de los Diputados. Fracasó también en su intempestivo intento de remodelar su gobierno, llevando como compañero de derrota a Carod, a quien sus bases se le subieron a las barbas por haber mantenido un discurso radical y complaciente con los más exaltados, a sabiendas de que no podían prosperar sus planteamientos maximalistas.
Con este panorama, son muchas las incógnitas que se ciernen sobre la vida política catalana de aquí a finales de año, siendo difícil que se desvelen hasta conocer los resultados del referéndum. Un fracaso relativo de la consulta -es difícil suponer otra cosa peor- dejaría definitivamente tocado a Maragall y le impediría renovar su candidatura como President con alguna probabilidad de éxito porque, aunque se reeditara el tripartito, sería rehén de las pretensiones de ERC que, en toda lógica, serían desorbitadas porque se le hace responsable directo o indirecto de la situación creada. Y esto en la hipótesis poco probable de ser propuesto por su partido que ha venido comprobando cómo malbarataba su capital político y ponía en dificultades al gobierno de Rodríguez Zapatero.
Este es el escenario que puede deducirse de las palabras de Jordi Sevilla y de los silencios de Montilla, y coincide con apreciaciones más o menos veladas de dirigentes del PSC. La irrupción de CIU como garante de la reconducción de algunos excesos que se habían deslizado en el Estatut, aportó un cierto sosiego al crispado debate de la cuestión territorial, pero también abrió la puerta a otros planteamientos y alianzas. Para nadie es un secreto que CIU ha venido contribuyendo a la gobernabilidad básica del Estado y que podría ser un buen aliado para cerrar el paso a un partido popular que sigue empeñado en sus postulados más extremos. También es bien conocido que la simetría de alianzas en los diferentes niveles políticos facilita la acción política y crea sinergias que redundan en unos mejores resultados. Quizá estas obviedades se tengan en cuenta a tenor del resultado del referéndum catalán. O, quién sabe, ya se hayan considerado hace días o semanas.

León Buil Giral