León Buil

25/09/2006 - LOS OTROS ETARRAS



La aparición de tres etarras armados en el acto central del Gudari Eguna ha servido para replantear los análisis sobre la estructura militar de ETA y de su sector político, más que para sembrar dudas sobre el cese de la violencia en el País Vasco. Algo sí que debe quedar absolutamente claro: existen minorías entre el mundo marginal de los abertzales vascos que se apuntan con toda facilidad a cualquier objetivo violento sin importarles el motivo, y buena prueba se tiene en los recientes episodios de violencia callejera que se ha cebado sobre sus objetivos tradicionales, pero igual habría enfilado cualquier otro blanco apto para descargar su violencia. Porque no estamos ante unos idealistas que luchan por alcanzar la independencia de su país, sino que se trata de unos delincuentes comunes que hacen de la brutalidad el sello de su pensamiento, si ess que lo tienen
A pesar de que las posiciones básicas no han variado, pese a aquella aparición amenazante que nos retrotraía a tiempos ya lejanos, no cabe subestimar los efectos indirectos sobre el proceso de paz en Euzkadi, cuya sociedad ya había descontado una salida favorable al conflicto, cada cual a su manera. Ninguna sorpresa ha constituido la reacción del partido popular que, por boca de Acebes, ha aprovechado para culpar a Rodríguez Zapatero de un hipotético fortalecimiento de la banda terrorista, algo insostenible a la vista del abandono de las armas, y de la debilidad del Estado en la lucha contra el terrorismo. Tampoco ha provocado extrañeza la respuesta del gobierno, que ha proporcionado Perez Rubalcaba al afirmar que las reglas para llevar adelante el proceso de paz están claras: ausencia de violencia y cumplimiento de las leyes.
Más comprometidas han sido las respuestas, públicas y privadas, de algunos dirigentes de la ilegalizada Batasuna, que se han visto cogidos entre dos fuegos: por una parte, su posición bien conocida de apoyar el proceso de paz creando simultáneamente una mesa de partidos en la que consideran que debe participar sin instar su legalización, que debe afrontarse modificando la ley de partidos. Muchas veces se ha hecho referencia al absurdo de esta pretensión que se pone junto a la negociación y el diálogo entre partidos, pero reclamando un trato de privilegio en el proceso de legalización: no se entiende. El otro frente de fuego le ha cogido a Batasuna desde el Alto de Aritxulegi, donde de forma real unos encapuchados que decían hablar en nombre de ETA han disparado unas armas al aire, pero de modo virtual han ido contra el sector más moderado de Batasuna demostrando, al mismo tiempo, lo que era bien conocido: que en la organización terrorista hay disidentes que prefieren seguir con la lucha armada para traer al apís vasco la independencia y el socialismo.
Porque la otra interpretación que algunos han dado, la de un grupo radical de batasunos que quieren disuadir a los dirigentes de la coalición de seguir en el proceso de paz, es difícilmente aceptable si se considera que dos de los encapuchados portaban armas largas y que, aunque la redacción del comunicado se aparta de la que es común en los que emite la dirección de la banda terrorista, este mismo detalle respalda la hipótesis de que podría tratarse de un grupo disidente. Incluso las reacciones de algún dirigente de batasuna como Joseba Alvarez, permiten deducir que el comunicado no es de la autoría del núcleo negociador etarra, sino de un grupo disidente que -eso sí- ha podido ser instrumentalizado por los dirigentes comprometidos con el proceso para acelerarlo. Pero será el Gobierno el que marque los tiempos.

León Buil Giral