03/04/2009 - Londres G-20.Ahora actuar en España
Cuando ya había trabado un comentario optimista sobre los resultados de la cumbre financiera de Londres, el Banco de España da a conocer sus estudios sobre expectativas económicas para el año presente y el siguiente y consigue enfriar considerablemente la opinión de servidor y, supongo, de otros muchos ciudadanos que a la vista del comportamiento de los mercados bursátiles y de las opiniones de la generalidad de analistas económicos, habían puesto a refrescar el cava, porque tampoco la cosa daba para hacerlo con champagne. Este es el sino de una situación en la que nada parece seguro y los estudios prospectivos de muy distinto sentido se atropellan unos a otros. Es el sino de la desconfianza y la confusión.
Pero estas circunstancias no deben impedir aclarar las ideas y tomar decisiones, como de un modo un tanto timorato se han tomado en Londres respecto a inyectar en el sistema financiero mundial un billón de dólares directamente más otros cuatro billones en apoyos fiscales y la reforma de mercados y el refuerzo y control de las entidades e instituciones financieras, aparte de los acuerdos sobre paraísos fiscales.
El resultado se ha traducido en una mejora de la confianza de los empresarios, según las primeras encuestas, y un alivio en la preocupación de todos los lideres políticos y económicos, muy desorientados sobre la extensión y gravedad de la crisis. Y aunque muchas de las medidas acordadas tendrán desarrollo en período de dos o más años porque hay que concretar sus contenidos y alcance es indudable que aunque no haya una inmediata reactivación se han puestos las bases para salir de la crisis y sobre todo para no volver a caer en los errores que han ocasionado la actual. En tal sentido hay motivo para los júbilos expresados por los concurrentes a la reunión del G-20,que también han dejado claro que los acuerdos se tienen que adaptar y desarrollarlos por parte de cada uno de los Estados.
En el caso de España, después del goteo de medidas aprestadas por el gobierno de Rodríguez Zapatero y por algunas comunidades autónomas, el margen de maniobra no parece que sea muy holgado, si se aceptan como válidas las propias previsiones del ministerio de Economía: menos si se dan por buenas las recientemente elaboradas del Banco de España. En cualquier caso las medidas de apoyo a la economía ya han afectado a las cuentas del Estado llevándolas al déficit -lo que no es demasiado preocupante- y a un aumento considerable de la deuda pública. Pero esto sería lo menos importante si se hubieran alcanzado los objetivos perseguidos, especialmente la contención del desempleo y la destrucción de puestos de trabajo. No ha sido así y las previsiones, aparte de contemplar una contracción del PIB del 3% para el año actual, son demoledoras.
Con este panorama el gobierno debería revisar su programa presupuestario, si bien ya lo está haciendo en alguna medida, aplicando todos los recursos disponibles a inversiones y servicios que generen puestos de trabajo, relegando al futuro algunos proyectos brillantes pero poco eficientes a tal objetivo porque, además, se favorecería el consumo interior. Medidas como el Plan de Reindustrialización o el apoyo al sector del automóvil o semejantes al Fondo Estatal de Inversión Local o de financiación de las PYMES, se han revelado eficaces pero insuficientes. Asegurada la estabilidad del sector financiero, todos los esfuerzos tienen que encadenarse a conseguir mantener la actividad económica en los sectores y empresas que crean puestos de trabajo poco vulnerables a coyunturas desfavorables. Es muy simple, pero incontestable.