León Buil

11/12/2009 - RECOMENDACIÓN SOSTENIBLE AL PRESIDENTE


Que nadie se asuste ni se inquiete, porque no se pretende hacer llegar a Rodríguez Zapatero unos consejos al estilo de los ilustrados y arbitristas, sustituyendo a los numerosos asesores y a sus propios ministros que, sin lugar a dudas, pondrán todo su conocimiento y entusiasmo para vadear los difíciles problemas que se le vienen en cascada al presidente del gobierno.
Y es que, después de un período de gracia, en el que todo parecía sonreírle, y una segunda etapa más áspera coincidente con su revolución orgánica en la configuración del gabinete y las propuestas extemporáneas o meramente efectistas alimentadas por algunos miembros del nuevo gobierno y las sucesivas medidas adoptadas con desigual éxito para contrarrestar la crisis económica, con la llegada del otoño los problemas se han multiplicado presentándose superpuestos en el tiempo, hasta el punto que quizá por primera vez desde que tiene las responsabilidades de gobierno, se ve a un Rodríguez Zapatero firme pero profundamente preocupado, teniendo que salir en auxilio de Maria Teresa Fernández de la Vega, ostensiblemente agotada, para aclarar el cúmulo de asuntos desagradables que se plantean. Y aunque Moratinos ha ocupado el centro de atención por la naturaleza de algunos de los hechos, sus intervenciones no han sido suficientes para resolver los problemas, ni otros ministros o ministras responsables han sabido gestionar y comunicar con eficacia las actuaciones políticas.
Cuando sucesivamente causan problemas y malentendidos las ayudas por subsidio agotado, el sistema de escuchas telefónicas SITE, el secuestro del Alakrana, los cooperantes secuestrados en Mauritaniai, los crucifijos de los centros escolares, el control en Internet de los derechos de los autores, el mundo agrario que se manifiesta en toda España, Aminetu Haidar, la saharaui en huelga de hambre, que consigue agraviar a España burlando a Marruecos y enarbolando una bandera que aprovecha la oposición del partido popular para dar caña al Gobierno con el mástil. Y como fondo o continuo, la crisis económica con su paro, su cierre de empresas, las mermas recaudatorias, las exigencias de las comunidades autónomas, el crecimiento de la deuda pública...
Los intentos de reconducir algunas cuestiones con el proyecto de Ley de Economía Sostenible, han resultado fallidos. Ningún grupo parlamentario le ha dedicado algún elogio. Quizá no lo merecía. Pero lo cierto es que se comprenden en el texto enviado al Congreso medidas acertadas con calendarios posibilistas. Y que el Gobierno no tiene apenas margen de maniobra.
En una situación semejante es recomendable que el Presidente imponga a sus ministros la obligación de someterle un plan de acción coordinado, para que no haya contradicciones entre aquellos, para que se de un mensaje único y creíble y hablen tan solo los que saben comunicar, que se cuentan con los dedos de una mano. Y que Rodríguez Zapatero se preocupe más de la eficacia de la labor inspectora tributaria que de buscar otras fuentes de ingresos elevando los tipos de gravamen, porque en España hay una inmensa bolsa de fraude en muy diversas actividades, muchas sumergidas, que ningún gobierno se ha atrevido a investigar. Y esto lo dicen los propios funcionarios de la inspección tributaria.
Pero no solo es esto: la actitud vacilante que ha adoptado en numerosos asuntos para allegarse los apoyos parlamentarios necesarios, han dado la sensación de debilidad y sometimiento a nacionalismos y sindicatos. Y aprovechando todo esto, el partido popular no ha dudado en tildar la política económica de catastrófica, la política social de derroche y la exterior de débil. No han presentado alternativas válidas, pero insisten en su ofensiva. Quizá les parecería mejor un nuevo Perejil con Marruecos, una ruptura con el Reino Unido y una razia contra piratas en el Indico para condenarlos a galeras. Es una pena que no se oigan voces más responsables que las de Cospedal o González Pons. Porque haberlas, hailas.
Frente a tanta irresponsabilidad, Rodríguez Zapatero hace lo que tiene que hacer: cargarse de paciencia. Pero si en este punto puede resultar suficiente y debe procurar no entrar en ciertas guerras dialécticas, en todo lo demás es recomendable dirección más firme, congruencia en la total acción de gobierno y determinación.