10/01/2006 - Más firmeza, más firmeza
Al socaire de la destitución del general Mena, se han podido encontrar en España personas y círculos de opinión que han tratado de justificar sus declaraciones emitidas a título personal y, además, como portavoz de las inquietudes del estamento militar. Esto es lo preocupante: que ante una actuación del Gobierno que no podía ser de otra manera, se está justificando una inquietud existente -que no se engañe Bono- en los cuadros de mando, como también es innegable que existe en un notable sector de la sociedad española, incluida la catalana. Y todo porque ha faltado firmeza de fondo en el tratamiento de las sucesivas crisis, reales o ficticias, que ha tenido que afrontar el Gobierno por sus errores o por las celadas que le ha tendido la oposición y sus enemigos mediáticos.
Se podría aquí hacer referencia al amplio abanico de frentes abiertos o no clausurados a tiempo por Rodríguez Zapatero: defectuosa explicación de la lucha contra el terrorismo, enfrentamientos con la jerarquía eclesiástica, opa de Gas Natural sobre Endesa, el modelo de Estado, los papeles de Salamanca, la presencia de una fragata española junto a fuerzas navales de Estados Unidos en el Indico, elevaciones de precios en bienes de consumo, etc. Todo esto es categóricamente cierto y ha contribuido a una constante erosión del Gobierno desde hace algunos meses y a instalar en la sociedad española un sentimiento de inseguridad por su futuro que se extiende hasta el ámbito económico, pese a los buenos datos conocidos.
Pero con ser importante esta concentración de problemas, nada es comparable a la tramitación del Estatuto de Cataluña en la que el Gobierno y su presidente han volcado altas dosis de ambigüedad, contradicciones y silencios o, por lo menos, no se han pronunciado con la claridad que exigía un asunto tan trascendental por su misma esencia y por las repercusiones que se apreciaron inmediatamente en la sociedad española.
Aquí nos hemos referido en otras ocasiones a las exigencias de los tiempos políticos y a la necesidad de hacer compatibles las políticas generales del Estado con el impulso a la tramitación del Estatuto, pero estos tiempos ya han pasado, los Presupuestos Generales del Estado ya son ley como lo es la de Educación y el cierre del ejercicio ha dado unos datos indiscutiblemente positivos. En consecuencia, hace ya días que se hace exigible más firmeza en las determinaciones del Gobierno, máxime cuando con el texto alternativo presentado por los socialistas quedó acotado el marco en el que debería desarrollarse el estatuto catalán. Si Solbes determinó las bases del capítulo de financiación, es preciso reafirmarlas con decisión. O si se marcaron los límites a la organización del poder judicial, al uso de las lenguas cooficiales o a la propia denominación de Cataluña u otras cuestiones orgánicas o competenciales, se hace indispensable confirmar este discurso, so pena de que quienes quieren hundir al Gobierno sigan haciendo su agosto soliviantando a las gentes e introduciendo divisiones en el propio partido del gobierno.
Rodríguez Zapatero ha reaccionado con demasiada tibieza ante los continuos retos del tripartito catalán -hoy ha clarificado el asunto del bilingüismo- pero es preciso que cambie de actitud si quiere evitar un texto inconstitucional, inoperante, discriminatorio y ofensivo para el sentido común. El Gobierno ha ido hasta donde podía ir. No caben más concesiones que algún ajuste competencial o en materia de financiación o régimen fiscal, para no dar base a un incremento de la irritación e inquietud de los ciudadanos y a una nueva carrera de las comunidades autónomas por situarse en cabeza del movimiento centrífugo, a ver quién llega más lejos. Tal como dijo Pujol hace muy poco, pero en un sentido contrario, es preferible que no salga adelante el Estatut a que salga un mal texto. Hay mucho futuro por delante para abordar este asunto con racionalidad.
León Buil Giral