06/02/2007 - Política repugnante
Día tras día se va avanzando en el propósito de muchos, liderados por el refundado partido popular y la A.V.T para que en España se instale un modo de hacer política repugnante, amoral, agresivo y disolvente, que resucite los tiempos de los enfrentamientos fratricidas y que se resuelva, no con la derrota de ETA, sino con la aniquilación de todo lo que huela a nacionalismo o socialismo. En un estado mental que parece de locura colectiva, expulsado cualquier principio ético y sin reparo en poner en peligro la ya deteriorada armonía social, se siguen acumulando actuaciones de todo tipo para descabalgar al gobierno desacreditándolo dentro y fuera del país, minando su autoridad sobre los cuerpos y fuerzas de seguridad, enfrentándolo con la judicatura bajo la acusación de interferir en la independencia judicial y sembrando la opinión ciudadana de infundios sobre supuestas conjuras y traiciones, en la que no podía faltar la judeomasónica que parecía enterrada con Franco.
La evidencia de esta situación se refuerza sin cesar al constatar la utilización de conocidos instrumentos, como las manifestaciones públicas reeditadas con promotores sucesivos, pero siempre con el mismo argumentario en tanto se considere que tiene impacto en la ciudadanía. La del foro de Ermua ha sido una expresión renovada de cómo también bajo las banderas españolas se puede fomentar un odio que si no se remedia llevaría hacia las trincheras. Por lo pronto, ya se dice, aunque sin la melodía de la canción, que España está en peligro.
Es penoso tener que escribir estos juicios de un partido político, o mejor de sus actuales dirigentes, que tendría que ser modelo de ecuanimidad y verdadero patriotismo. Sin embargo, prisionero de su sector más montaraz, ha emprendido una aventura que supone que puede llevarle a recuperar el poder. Pero si así ocurriera, lo ejercería sobre un país triturado, sumido en la confusión y receloso sobre los valores democráticos que ve ignorados a diario: bien escaso resultado a un alto precio.
No cabe ignorar que desde el Gobierno se está proporcionando muchos motivos para nutrir la oposición de los populares y de sus aliados. El primero, no tener el coraje de reconocer sin ambages que el proceso de diálogo con los etarras está roto y no se puede reanudar hasta tanto que la banda terrorista abandone definitivamente la lucha armada y toda violencia, incluida la callejera que va cobrando unas magnitudes desconocidas. El segundo error reside en el empeño gubernamental en proponer medidas ni urgentes ni necesarias ni populares. En otras palabras, abrir nuevos frentes sin necesidad y acudir con demasiada frecuencia al trapo, aunque no tenga la entidad del tratamiento del terrorismo etarra que se ha convertido en el eje sustancial de la oposición del partido popular contra el gobierno.
El resultado está a la vista: el enfrentamiento se ha trasladado a los tribunales, a las altas instituciones y al propio Tribunal Constitucional que, aún descontando la dudosa pertinencia de la participación de Pérez Tremps en el recurso de inconstitucionalidad sobre el estatuto catalán, ha hecho evidente que en su seno existen algo más que diferentes interpretaciones de la norma.
La pregunta que muchos nos hacemos es si hay alguien que pueda arrojar la primera piedra, si hay alguien libre de culpa de este ambiente desalentador y de hostilidad creciente en el que se está sumergiendo la sociedad española. La otra pregunta es si alguien o algunos es lo que pretenden: estirar la cuerda hasta que se rompa. Repugnante.