León Buil

07/09/2006 - El RUMBO DE RAJOY

Escasamente liquidadas las vacaciones, las de aquellos que pueden tomárselas sin atentar demasiado contra su situación económica, se han hecho públicos los acostumbrados balances de accidentes de carretera, entradas de turistas y serpientes de verano, este último bloque con muy pobres resultados, si bien compensados por el culebrón sobre el 11-M que Pedro J.Ramírez sigue alimentando con cariño y dedicación. Con los incendios de Galicia como fondo y la misión de paz -con innegables riesgos bélicos- en el Líbano, el curso político está comenzando con una cierta atonía, o una ausencia del grado de crispación que venía siendo habitual en el período anterior. Pero no hay que engañarse: muy pronto se desatarán las furias a cuento de la sequía, de las inundaciones, de la paz o de la guerra porque si algo esta claro es que el partido popular ha confirmado y robustecido su estrategia de dureza y acoso, porque comprueba que mantiene sustancialmente sus expectativas electorales aunque su líder Rajoy se deslice incesantemente hacia una baja estimación en la opinión de los electores.
Cuando Aznar designó a su sucesor se interpretó que la cúpula del partido consideraba necesario rescatar al electorado centrista, que había vuelto la espalda a la formación aznarista por su radicalismo y malos modos, aparte del asunto de la guerra de Irak. Rajoy era considerado un representante cabal del ala moderada del partido que podía introducir un estilo de oposición tenaz y rigurosa, pero más cercana al sentir ciudadano, preocupado por el ambiente de enfrentamiento con todas las restantes fuerzas políticas y muy especialmente con los nacionalistas. También quedó claro el papel que iban a desempeñar Acebes y Zaplana, comisarios políticos del omnipresente Aznar para velar por la pureza de la línea política.
Transcurridos más de dos años de liderezgo, no está claro el rumbo que sigue Rajoy, si es que sigue alguno, ni tampoco las maniobras que se producen en la cúpula del partido para reemplazarle, porque son muchos los populares que confiesan que con Rajoy como candidato van a perder de nuevo las elecciones. A partir de aquí, las preferencias se dividen entre quienes preconizan un sustituto o sustituta con más agresividad o, por el contrario, una persona que pudiera rescatar al electorado del centro y restableciera unas relaciones normales con los nacionalistas, como las hubo en el cuatrienio 1996-2000.
Entre tanto, Rajoy sigue dando la cara alternando su modo de ser auténtico de moderación y sensatez, con frecuentes salidas de tono, imprudentes y provocadoras, que son aplaudidas por su cortejo mediático con entusiasmo, pero aumentan la preocupación de gran parte de la sociedad española que no acaba de comprender que el principal partido de la oposición no se preste a colaborar en asuntos tan trascendentales como la pacificación de Euzkadi, la reforma de los Estatutos de las CC.AA o el problema nacional de la inmigración, de cuyos asuntos siguen haciendo astillas para mantener en fuego del enfrentamiento.
Esta actitud ambivalente, que no puede calificarse de esquizofrénica por que es voluntaria, está repercutiendo en el futuro personal de su liderazgo y en el de su partido. Porque mientras la dirección del partido popular parece carecer de rumbo, el gobierno de Rodríguez Zapatero, pese a sus errores y la rémora de un gabinete de muy desigual valoración, va cumpliendo sus etapas y consolidando sus objetivos. El nombramiento de Trinidad Jiménez, un notable valor político, como Secretaria de Estado para Iberoamérica, o la propuesta de Elena Salgado para la dirección de la OMS son pequeñas muestras de la inutilidad de la actual estrategia popular para bloquear la acción del gobierno. Son demasiados timoneles que tienen distintos rumbos.

León Buil Giral