25/07/2006 - LOS DISPARATES DE AZNAR Y LOS ERRORES DE BLANCO
A la mayoría de españoles, incluidos los que ya disfrutan de vacaciones, les pareció una bobada en un vaso de agua la polémica desatada por el famoso pañuelo o kufiya que Rodríguez Zapatero lució sonriente y no sé si complacido ante las juventudes socialista de su partido y de otras organizaciones, porque la inteligencia del presidente va mucho más allá de lo que sus opositores dicen, aunque no lo crean, y sabía bien que la fotografía traería repercusiones: no hasta el extremo que algún portavoz del partido popular calificó como una posible crisis entre los gobierno español e israelí, pero sí como munición para el paqueo veraniego. Porque sin negociación con los etarras ni estatutos de autonomía en elaboración , ni leyes en reforma como la del Poder Judicial, ni sesiones de control al gobierno, se hace necesario acudir a criticar hechos tan trascendentales y reprochables como lo del pañuelo, aprovechando la experiencia adquirida con el atavío de la vicepresidenta Fernández de la Vega en Mozambique. Y en consecuencia, se agrega a la grave crisis de Israel-Hizbulá como elemento determinante.
Pero como el ambiente no estaba suficientemente caldeado, el expresidente Aznar ha hecho aparición para contrarrestar la tibieza de los suyos. Y lo ha hecho a su manera, con una entrevista concedida en este caso a la BBC para afirmar, sobre una obviedad previa que nadie discute como es el derecho a la existencia de Israel; y al paso de reiterar su teoría sobre la superconspiración masónico-terrorista del 14-M, ha justificado en toda su extensión la intervención armada del ejercito israelí en Líbano con su secuela de destrucción y víctimas civiles, adelantando que apoyaría que la OTAN bombardease el Líbano si Israel formara parte de la Organización.
Es posible que Aznar desconozca o prefiera desconocer que se ha sacudido en alguna medida la tutela siria y que Hizbulá es un grupo guerrillero/terrorista con una amplia influencia en el gobierno libanés. Pero lo que no puede ignorar es que la reacción de Israel ha sido desproporcionada al secuestro de unos soldados israelíes, que no era la primera vez que se producía. Y que aprovechando que el Jordán pasa por Degania, a falta de un Pisuerga, ha emprendido una acción militar para debilitar a la poderosa Hizbulá que constituye por sí misma una amenaza latente al otro lado de la frontera con el Líbano, aunque las complicidades de Siria e Irán sean al menos discutibles. Y que esta acción ha provocado millares de víctimas civiles que nada tenían que ver con el grupo terrorista. Por el contrario lo que expresó Rodríguez Zapatero fue ni más ni menos lo mismo que dijo la Unión Europea: que la reacción era excesiva y -esto no se dijo- que las acciones bélicas encubrían otros objetivos más allá de recuperar a los soldados secuestrados.
Pero ha ido mucho más allá con sus declaraciones José Blanco que, si bien mantiene un tono de firmeza y equilibrio en la mayoría de los casos, erró sin paliativos en esta ocasión cuando atribuyó al ejército israelí el propósito concreto de hacer víctimas civiles. Es esta una acusación muy grave que solo puede plantearse cuando se tienen datos muy concretos de los hechos y de la intencionalidad de los actores. No es extraño que sus palabras hayan enojado al embajador israelí, ala colonia judía en España y a muchas otras instituciones que procuran el reforzamiento de relaciones entre civilizaciones. No es precisamente la acusación de antisemita lo que le conviene al gobierno de Rodríguez Zapatero, aunque no tenga ningún fundamento real, ni el distanciamiento con el gobierno de Israel cuando hay que multiplicar los esfuerzos para reponer la estabilidad en esta convulsa zona del planeta.
León Buil Giral