18/04/2006 - EUZKADI: QUEDA MUCHO CAMINO
Las declaraciones del sacerdote irlandés Alec Reid, que ha contribuido en alguna medida -no se sabe cual- a la decisión del alto el fuego permanente acordado por ETA, sobre el período en el que probablemente se llegue a definir el abandono definitivo de la violencia, se han unido a las realizadas por el Presidente del Gobierno al director del diario "El Mundo" y las efectuadas a la cadena de radio SER hoy mismo para configurar un estado de opinión muy generalizado que ha pasado en pocos días de la esperanza a la convicción de que el problema vasco ya puede darse por resuelto, aunque el proceso se alargue durante algún tiempo. No han bastado las llamadas generalizadas a la prudencia de los responsables políticos y sociales, que en esta ocasión han actuado con rara unanimidad, ni el deslinde entre el término de la violencia y la solución al enredado problema del autogobierno: era tan profundo el deseo de paz en la sociedad vasca -y no menos en la española- que el deseo se ha transformado en una realidad aparente.
Según los datos conocidos y algunos indicios, es indudable que la organización terrorista quiere renunciar a la violencia negociando el estatus futuro de sus miembros: de quienes cumplen condena o están imputados por algún delito, y también de quienes están en libertad sin más cargos que su pertenencia a banda armada. El desarrollo de este proceso será largo y detallado, muy espinoso en algunos casos y habrá que arbitrar decisiones y salidas diversas que pueden resultar comprometidas políticamente. Se cuenta como factor positivo que una gran mayoría de la sociedad española acepta ciertas concesiones si facilitan una paz definitiva; como elemento condicionante y que tendrá que tener un tratamiento exquisito, los millares de víctimas del terrorismo que no siempre son propicios a que se apliquen medidas de gracia o que, incluso, reclaman todo el rigor en la aplicación de las leyes penales.
Pero todo este proceso pacificador tendrá sus propias vías, independientes del problema vasco que tiene que encontrar solución en la configuración de un marco de autogobierno que cuente con un apoyo muy mayoritario de la sociedad, para lo que se hace indispensable que todos los segmentos sociales y preferencias políticas puedan estar representados en las instituciones. Esta realidad lleva de inmediato a buscar una solución a la representación de la izquierda abertzale, muy heterogénea y dividida, que no se reduce a los electores de la ilegalizada Batasuna, sino que se extiende a quienes por unas u otras consideraciones no se sienten representados por ninguna fuerza política actual. Otro tanto cabe decir de los nacionalistas moderados que, pese a las diversas corrientes que conviven en el PNV, no se consideran identificados con los planteamientos jeltzales y menos con los proyectos soberanistas que han prevalecido en la última etapa pese al liderazgo moderado de Josu Jon Imaz. Una situación parecida se da en el PSE, en cuyo seno conviven como pueden concepciones muy distintas sobre la colaboración con los partidos nacionalistas y el grado de autonomía reclamable compatible con la unidad y cohesión de España. Solamente el Partido Popular presenta un discurso unívoco pero muy alejado de las notas necesarias para participar en un proyecto integrador.
Y si todo lo anterior se puede predicar como situación, la dinámica previsible va a interferir en el desarrollo del proyecto que debería ser común. Es incuestionable que el que ha sido brazo político de ETA va a tratar de sacar fruto electoral de su apuesta por los cauces democráticos para superar el problema vasco y su imprecisa contribución al cese de la violencia, tratando de aglutinar la izquierda nacionalista radical. También es notorio que el PNV pretende liderar el procedimiento que se centrará en la mesa de partidos usando de la legitimidad añadida por su peso en las instituciones vascas, pero no hay que desdeñar el contrapeso del sector independentista que tratará de recuperar el control del partido, ni las exigencias de EA para mantener su colaboración. En cuanto a los socialistas vascos, que hoy se revelan como beneficiados de la situación, van a tener que afrontar la enorme responsabilidad de hacer compatible el máximo autogobierno con la sujeción a los principios constitucionales. No pueden participar en la carrera de los nacionalistas, porque no lo son, ni pueden rebasar los límites constitucionales para que los excesos los corrijan sus compañeros de Madrid. Ya se ha comprobado que una actitud así es dañosa para todos.
León Buil Giral