León Buil

08/06/2012 - Las viejas promesas

Una atonía permanente se ha instalado en nuestra provincia una vez que se han despejado las incógnitas sobre las cosechas y en general el medio agrario, porque en los demás sectores de la economía no caben las dudas: la crisis económica se hecho presente casi sin excepciones y se sienten afortunados quienes van aguantando el día a día o han trampeado la temporada, como las actividades vinculadas a los deportes de invierno. En una situación como la presente hasta las instituciones públicas presentan un perfil bajo, como pretendiendo pasar desapercibidas. Ni siquiera hay declaraciones altisonantes o protestas por el recorte de inversiones y servicios, como ocurre en otros puntos del territorio nacional. Me llamó la atención hace unas semanas la enérgica reacción de Cuenca ante la suspensión del servicio médico de radioterapia oncológica prestada por el IVO y su remisión a Albacete. Aquí no cabría tal reacción porque ni ha existido ni existirá tal servicio. Pero por toda España, y con independencia de la ideología de las fuerzas políticas gobernantes, se han desatado rechazos a la supresión de servicios sanitarios y educativos en todos los niveles, por mucho que se comprenda la política de restricciones en el gasto público. Los Ayuntamientos de las provincias, especialmente de las más marginales y marginadas, defienden con ardor los logros alcanzados en estos años pasados, interesándose por el presente y el futuro de inversiones y servicios, sean de competencia estatal o autonómica.
La razón de este interés, que siempre debe presidir la actuación de cualquier corporación municipal que no debe ceñirse a sus competencias propias, está en la postergación de los proyectos de menos lustre y menor impacto político. En nuestra provincia tenemos casos paradigmáticos, como la construcción de la N-260 aprobada ya en 1.988 y de la que solo se ha construido el tramo Ainsa-Campo y la inmediata inauguración de la Yebra-Fiscal . O los proyectos de ida y vuelta del canal de la Hoya de Huesca, casi centenarios y sin salida aparente; o la ya remota promesa de reindustrialización de los núcleos de Sabiñánigo- Huesca-Barbastro-Monzón de la que nunca más se supo, en tanto otras ciudades relativamente próximas han gozado de la atención y facilidades de las administraciones; o de la atención especial a la agroindustria en la zona de Monegros; o la rehabilitación del Canfranc pese a contar desde hace unos años con el apoyo de las autoridades francesas; o, ciñéndonos a la situación de la capital, el desarrollo del Campus universitario paralizado desde la etapa Badiola-Petriz .
Por todo esto, porque son muchas las promesas incumplidas y hasta olvidadas y se acumulan las dilaciones en los proyectos que aún se mantienen, se hace más necesario en las presentes circunstancias que las instituciones a las que preocupa o debe preocupar el futuro de nuestra sociedad mantengan no solo una actitud vigilante, sino reivindicativa ante los poderes decisorios para que no se entierre nuestro futuro.
El riesgo que se corre reside en la dispersión y escasa fuerza de las entidades de la sociedad civil, con algunas excepciones de nota, con lo que falta el impulso y el apoyo que muchas veces necesitan las instituciones, más preocupadas por el día a día y por la gestión inmediata en la difícil situación actual que por abordar otras cuestiones más distantes en el tiempo. Pero no se puede dejar para mejor ocasión asuntos importantes porque se carezca de financiación o porque no exista una demanda o preocupación social actual, ni se deben subestimar actuaciones que tienen un impacto popular reducido, pero contribuyen al bienestar de un sector o segmento de la población. Las promesas propias hay que cumplirlas y hacer que se cumplan las que han hecho otros, aunque sean remotas. La confianza de los ciudadanos se gana con promesas solo cuando existe un historial de cumplimientos. Pero en política los responsables son deudores no solo de sus promesas sino también de las formuladas en otros momentos y han generado expectativas entre los ciudadanos. Especialmente los ayuntamientos y sus alcaldes deben liderar las actuaciones para que objetivos que se han desdibujado por distintas razones, no solo económicas, recobren actualidad y fuerza. Ejemplo: la puesta en valor del retazo de la Huesca romana de la travesía de la Conquista, de mucha importancia para reforzar los escasos atractivos de la ciudad para el turismo. También sobre este asunto hubo promesas reiteradas, que ya empiezan a ser viejas, y hay que reclamar su cumplimiento.