León Buil

14/03/2006 - TAIMADOS Y NECIOS


En concurrencia con el segundo aniversario del terrible atentado de Madrid, se han volcado nuevos factores de agitación sobre el cúmulo de noticias, sospechas y acusaciones que ya vienen siendo instrumento habitual para abrir más profunda la brecha entre dos sectores sustanciales de la sociedad española, los que podrían denominarse bloque conservador y conexión progresista. Como aportación sustancial a degenerar más la situación de enfrentamiento, el reprochable espectáculo que dieron algunos asistentes a los actos oficiales en recuerdo del atentado, que llegaron a insultar a algunas de sus víctimas, corroborando que el odio está sustituyendo a la discrepancia hasta el punto de manifestarse en ocasiones tan singulares como la del sábado pasado. Si a esta eclosión se añaden los comentarios de Esperanza Aguirre y de Rajoy echando dudas sobre la autoría, y volviendo a la teoría de la conspiración con la colaboración entusiasta de la radio de los obispos y el diario "El Mundo", se puede llegar a concluir el mal servicio que todos estos actores hacen a España y a los españoles.
Pero no se han ceñido al ámbito madrileño las desafortunadas manifestaciones o malas artes utilizadas, porque resulta difícil saber cual es el concepto que algunos tienen de la ética en la política y de los límites de lo que están dispuestos a hacer para alcanzar el poder. La renovada arma de la hipotética conspiración para desalojar al PP del poder, se vuelve a blandir con frivolidad manifiesta desde la cúpula del partido hasta las bases, como un elemento que puede dar el vuelco a los resultados electorales. Al igual que ocurrió hace doce años, poco importa que se difame a las fuerzas de seguridad del Estado, a los Tribunales o al CNI porque el objetivo es derribar al Gobierno actual. Como ya se dijo en otro artículo anterior, el único medio excluido es el golpe de estado o el pronunciamiento inducido.
El partido popular cuenta para la consecución de este objetivo con poderosos aliados. En el interior viene recibiendo una inestimable ayuda de los independentistas catalanes con Carod a la cabeza, que alimentan con sus provocaciones un día tras otro el nacionalismo radical español y el rechazo de una parte importante de la sociedad enraizada en los valores del cristianismo, ante el laicismo militante y a veces grosero de los republicanos catalanes. Recientemente se ha unido al bloque de modo expreso la patronal empresarial, irritada por la deriva estatutaria y la probable pérdida de influencia
entre las organizaciones empresariales catalanas, junto a las últimas medidas de política social anunciadas por el Gobierno. Y en el exterior, las bravatas de Chavez, Castro y Morales, dan buenas argumentos para cuestionar en alguna medida la política exterior, no por sus contenidos en relación con estos tres países, sino por las repercusiones negativas que pueden tener para una normalización de las relaciones con Estados Unidos.
Pero aún hay que añadir otro factor interno poderoso y permanente que atiza el fuego de la alarma social. Se trata de la izquierda abertzale que tiene en Otegi y Permach, en Pernando Barrena y Olano, unos inapreciables colaboradores que, cuando se aminora la tensión que genera el problema vasco, no tardan en revolver las aguas planteando la mesa para la autodeterminación y sin que nunca se les haya escapado una condena de la violencia etarra o, peor aún, respaldando actos violentos como los de la fracasada huelga general. Y después reprochan al Gobierno que pone en peligro el proceso de pacificación en Euzkadi por la amenaza de encarcelamiento de Otegi. Parece evidente que estos personajes que se llenan la boca con palabras como democracia y libertad de los pueblos, no han entendido aún lo que significa un Estado de Derecho, como tampoco entienden el significado de la autodeterminación en la Carta de las Naciones Unidas, que se refiere a pueblos sojuzgados por la conquista o por la fuerza de las armas: nunca a los pueblos y territorios que han aceptado históricamente pertenecer a un Estado.
Pero en este conjunto -inorgánico- de taimados y necios, también aparece de vez en cuando el PNV que tiene que emular los alardes independentistas de los batasunos y allegados. Para esto cuenta con personajes como el inefable Arzallus, el mismo que saltaba de contento el día en que se aprobó el Estatuto de Gernika y que ahora parece atravesar por una indigestión de amargura desde que no logró designar a su sucesor, lo que le provoca fantasías proféticas sobre el Euzkadi/Estado. Pero también el buen Ibarretxe -pienso que es una buena persona, algo que habrá que empezar a valorar en política en vista de su escasez- que se ve impulsado a romper su posibilismo a la vista de la carrera reanudada por los camuflados o no tan camuflados herederos de Batasuna.
El caso es que entre unos y otros, están contribuyendo a la estrategia del partido popular para erosionar al Gobierno socialista que constituye la única posibilidad para que los pueblos de España ganen en autogobierno, eso sí, con respeto a las reglas de juego constitucionales.

León Buil Giral
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