18/10/2006 - Los boicoteadores
Han causado una cierta sorpresa las declaraciones de uno de los dirigentes de la ilegalizada Batasuna, Pernando Barrena al afirmar que no figura en la agenda de su formación la condena de la violencia, aunque después haya matizado tan violento alegato añadiendo que piensan en ofertar "una metodología para la desaparición de cualquier tipo de violencia", algo que todos esperaremos con impaciencia que se haga pública y que incluya soluciones concretas, más allá de elaboraciones irreales.
Ya desde tiempo atrás, casi dos años, la formación abertzale viene apostando por una solución política al conflicto vasco que siempre ha pretendido tratar con independencia del terrorismo de ETA, como si fueran dos cuestiones distintas. Pero hasta los más tontos saben que la banda terrorista ha perseguido mediante la violencia criminal los mismos objetivos políticos que batasuna, que en los últimos tiempos parece apostar por las vías democráticas sin condenar la violencia.
El contrasentido es tan evidente que priva de toda credibilidad al planteamiento, porque si algo caracteriza a la democracia es su exclusión de toda violencia física o psíquica, de cualquier grado y naturaleza, provenga de los etarras o de cualquier otro grupo humano. La ausencia o limitación de libertad priva a la democracia de su naturaleza más genuina y cualquier proceso político que se desarrolle bajo la amenaza directa de las armas o condicionado por un hipotético empleo futuro, nace viciado de nulidad democrática.
Por todas estas razones, la expresiva declaración de Barrena que se une a los clamorosos silencios de sus compañeros de mesa, es un boicot rastrero a la iniciativa del gobierno para acabar con el terrorismo etarra, porque la no condena de la violencia es tanto como justificarla e introducir este elemento en la propia negociación política: si sale bien, condenan la violencia; si sale mal, la amparan. Esta visto que estos dirigentes de batasuna están tan faltos de ética como sobrados de soberbia.
Pero en el otro extremo del campo político no son muy distintas las cosas: después de unos meses en los que no se sabía con certeza la actitud del partido popular respecto de la negociación con ETA para un abandono definitivo de las armas, para lo que hacía uso con profusión de mensajes confusos -sí, pero no-, ahora parece que ha triunfado el ala más dura del partido que ha adoptado las tesis de Alcaraz con el aplauso de Rosa Díez para rechazar el actual proceso de contactos y futuro de negociación. Con un cinismo que pasará a los tratados como quintaesencia de las doctrinas de Antístenes -"quien razona es un malvado"-, el sector dominante del partido popular se ha propuesto que fracase la negociación con los etarras salvo que se cumplan condiciones como no negociar sobre los presos o sobre el futuro de los actuales militantes terroristas, porque ahora lo de pagar precio político -ni Navarra ni autodeterminación están en juego- ha quedado tan devaluado como la legalización de batasuna. Estas exigencias actuales constituyen una stipulatio diabolica de cumplimiento imposible, que da alas a los terroristas para que aumenten sus peticiones y equivalen a un boicot a los esfuerzos para llevar la paz y la libertad al país vasco y a España.
Es hasta cierto punto comprensible que la izquierda abertzale, que tiene un techo electoral limitado, trate de aprovechar esta oportunidad para capitalizar su escasa representación democrática. En cambio, resulta difícilmente explicable que quienes no hace mucho negociaron con los etarras, bien es verdad que entonces era un Movimiento de Liberación Nacional Vasco, el acercamiento de presos y su excarcelación, estando bien presentes y próximos atentados muy sangrientos, ahora traten de malograr una iniciativa planteada y aprobada en el Congreso de los Diputados. Solo desde el odio al contrario puede entenderse una actitud tan envilecida.
León Buil Giral