León Buil

20/02/2006 - 63.896 PERSONAS

La manifestación organizada por varios centenares de entidades cívicas y muy significadamente Esquerra Republicana de Catalunya el sábado pasado para reclamar la permanencia del texto de Estatut aprobado por el Parlament, se cerró con un notable éxito de asistencia y un marcado civismo en su desarrollo, aunque algunos de los gritos coreados no fueran del gusto de algunos de los concurrentes y muchos de los espectadores, que por muy distintas razones políticas o personales prefirieron no participar en la manifestación.
Las reacciones ante el éxito de la convocatoria han sido diversas, si bien han predominado las interpretaciones políticas que trataban de utilizar en propio interés el resultado, pero es claro que en la percepción popular ha sido ERC quien ha capitalizado el éxito. Así lo han entendido sus líderes, que han encontrado un respaldo a su rechazo al acuerdo concertado entre el Gobierrno de Rodríguez Zapatero y CIU en detrimento de la alianza de los republicanos catalanes con el ejecutivo de Madrid, magnificando los organizadores la asistencia hasta situarla en un millón de manifestantes como aval de un nacionalismo radical que, por mucho que se diga otra cosa, tiene su verdadera expresión en los procesos electorales. Y ya sabemos hasta dónde llegan. Si además, según el cálculo que elaboró Contrastant (Contrastando), un entidad de carácter catalanista que viene efectuando, además de análisis sobre los nacionalismos, estimaciones sobre la asistencia a manifestaciones y que ha fijado para la del sábado último la participación en 63.896 personas, con un mínimo de 57.506 y un máximo de 70.286, el rechazo a las rebajas del Estatut no es tan clamorosa como podría deducirse de las manifestaciones de Carod Rovira.
Es lógico que en ERC busquen apoyos para fundamentar sin coste político su rechazo a un texto que supone un importante avance en la autonomía política catalana, que ha encontrado un eco favorable entre los catalanes según todas las encuestas hasta ahora realizadas y que ha rebajado las tensiones en el resto de España. Sin embargo, no tendría que ser este el objetivo, sino analizar y negociar con los restantes grupos parlamentarios en el Congreso procurando alcanzar mejoras en los asuntos pactados: siempre teniendo presente que hay un límite infranqueable, ahora y hace dos años o veinte, que es el cuerpo constitucional.
No deben equivocarse en ERC sobre el verdadero sentido de la manifestación al proclamar una identidad nacional, que sin duda sienten en una alta proporción los catalanes, pero que no empece a la alta aceptación de un Estatuto que eleva notablemente el autogobierno de Cataluña y refuerza sus notas de identidad. Tampoco se deben engañar en el partido popular con las invectivas dirigidas por manifestantes al partido conservador y que poco tienen que ver con razones ideológicas y mucho, en cambio, con la campaña anticatalana de la cúpula popular. Esto lo sabe muy bien Piqué, aunque se haya arrugado temporalmente.
Sería muy deseable que, cuando los criminales descerebrados de ETA aparcan estúpidamente una ocasión de abandonar la violencia, algo que indefectiblemente tendrán que hacer en el futuro de grado o por la fuerza del estado de derecho, los independentistas catalanes cooperaran a solucionar la cuestión territorial española, aunque no se colmen sus objetivos. Dirigentes de ERC como Puigcercós, que vienen demostrando racionalidad y posibilismo sin apearse de sus aspiraciones nacionalistas máximas, tendrían que considerar que el curso de un pueblo no termina en una legislatura, y que siempre que se camine hacia el horizonte elegido la dirección es la adecuada, aunque no sea a la velocidad deseable. Resultaría patético y contradictorio que quienes han batallado señaladamente por un nuevo Estatuto y han conseguido introducir preceptos de gran alcance, negaran ahora su apoyo, aunque fuera condicionado, al texto resultante que es muy favorable para Cataluña. Así lo entenderían también si se les explicara sin apriorismos ni populismos baratos los manifestantes del sábado, fueran el número que fueran. Y también lo entenderían los catalanes en general que siempre han demostrado un envidiable sentido común.

León Buil Giral
www.leonbuil.com