León Buil

06/04/2009 - EL CAMBIO: MOMENTO INOPORTUNO


Ya se ha desvelado el presunto propósito de Rodríguez Zapatero de efectuar una profunda remodelación en su gobierno. Eso esta bien porque, como ya se ha escrito de dos ocasiones anteriores este mismo año y en este mismo medio, se apreciaba en muchos de sus miembros o cansancio o confusión u ocultación ante situaciones que por su gravedad y trascendencia requerían un esfuerzo firme y un mensaje de credibilidad y esperanza. No hay que ser un lince para ver que hasta los entusiasmos más férreos estaban decayendo, incluso en las propias filas socialistas, porque las medidas adoptadas para paliar la crisis económica no estaban produciendo los efectos esperados y los efectos de la real recesión se estaban manifestando en capas de la población cada vez más amplias. Y lo que es tan grave como la crisis real: estaba creciendo la desconfianza en el equipo de gobierno.
Parece que el presidente Rodríguez Zapatero ha aceptado que era necesario remodelar su gabinete, para volver a ganar la confianza de los ciudadanos, aunque resulte un empeño difícil en las actuales circunstancias. Pero si los por ahora rumores se confirmaran y el cambio se hiciera realidad el próximo miércoles, estaríamos ante un mal manejo de los tiempos porque los comentarios de los medios de comunicación se volcarían en la valoración de los relevos en unos días en los que buena parte del país desconecta de sus preocupaciones privadas y, por supuesto, de las públicas si es que las tuvieran habitualmente.
Conociendo el modus operandi del presidente del gobierno, sorprende que no haya dilatado algunos días -quizá cuarenta y ocho horas hubieran sido suficientes- la decisión para informar adecuadamente y rentabilizar sus encuentros con Obama y el también muy importante con Erdogan, con el doble motivo de celebrarse la cumbre bilateral España-Turquía y el Foro de la Alianza de Civilizaciones al que asistirá también asistirá en breve visita el presidente norteamericano.
Esta extrañeza o sorpresa es la que ha puesto en liza la sospecha de que la filtración del cambio ha procedido del círculo más íntimo del presidente y que, además, ha sido malintencionada. Será difícil tener certeza sobre quién ha sido el soplón o soplona, porque aunque las conjeturas apuntan a posibles damnificados por el relevo, no cabe excluir la intervención de algún consejero áulico para asombrar a alguien de su proximidad al núcleo del poder.
En cualquier caso, si hay algo decidido, que lo hay, es dar un sesgo más político al gobierno y remodelar el equipo económico. Porque, enderezada y bien enderezada la política exterior española (¡qué sufrimientos habrán ocasionado a algunos los éxitos de Rodríguez Zapatero!), hay que volcarse en la contención y superación de la crisis económica con medidas como la plena observancia de la Ley de Dependencia o una segunda edición del Fondo Estatal de Inversión Local y otras aplicaciones propuestas por los agentes sociales y económicos. Si el déficit ya está servido, por lo menos que los nuevos ministros acierten a recuperar la actividad económica y a devolver la confianza a los ciudadanos. Aunque los nombren el miércoles, que tampoco es mal día.

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