19/01/2006 - EL PRECIO DE UN ACUERDO
Las negociaciones sobre los contenidos del Estatut siguen su curso con una mayor intensidad y mejores resultados. Se dice que al día de hoy, cuarenta y ocho horas antes de la reunión del Consejo Federal de los socialistas, son más de un centenar los artículos sobre los que existe acuerdo del cuatripartito con el grupo parlamentario socialista, aunque siguen sin resolverse las tres cuestiones cruciales de la definición como nacion de Cataluña, la financiación y el problema lingüístico, aparte de esos que se llaman flecos y que con mucha frecuencia se convierten en núcleo de la cuestión. Pero el interés del partido socialista por cerrar un acuerdo en las próximas horas, puede llevarle a cometer errores que ya no tendrían enmienda en el futuro.
Esto puede ocurrir por tratar de simplificar demasiado los problemas en presencia, como se acaba de hacer el el primer párrafo de este artículo al reducir a tres las cuestiones importantes del Estatut, sin duda por la influencia determinante de los que han aprovechado el asunto para atacar al gobierno de Rodríguez Zapatero y al tripartito catalán, poniendo el acento en aquellos tres aspectos que necesitan de pocas explicaciones y entrañan altas dosis de visceralidad, bien manejadas. Pero son muchos otros los temas a dilucidar en la negociación que tienen una gran repercusión en la funcionalidad del Estado y en el sentimiento popular del concepto de España. Y del mismo modo que las cesiones del gobierno de Aznar en materia de policía de la circulación y reducción de la administración periférica constituyeron un golpe letal al sentimiento de la unidad española, podría ahora ocurrir otro tanto si el precio que hay que pagar por aprobar el Estatuto de Cataluña consiste en competencias o reconocimientos que generen fronteras interiores, sean económicas o sociales. Y esto se afirma desde la convicción de que es conveniente una reforma estatutaria que alcance a todas las comunidades autónomas.
Son comprensibles las prisas por cerrar el acuerdo ante el recrudecimiento de la ofensiva "con todo" contra el Gobierno, para provocar un desgaste irrecuperable de aquí a las elecciones generales. No hay que ser profeta para aventurar que en los próximos días se van a multiplicar los ataques a cuenta del tratamiento del asunto de Batasuna, del supuesto malestar entre las fuerzas armadas, de la OPA de Endesa, de los incumplimientos, de la venta de barcos y aviones a Venezuela, de la fragata en el Indico y hasta de las misiones del buque oceanográfico en la Antártica. La consigna es el ataque continuado y a todos los niveles, sin importar los medios ni las consecuencias. Nadie se sonroja porque Astarloa vaya vendiendo los horrores del Estatut con el texto que salió del parlamento de Cataluña, ni que Zaplana acuse al gobierno de enviar a la fragata Nuñez de Balboa a participar en misiones bélicas pese a los rotundos desmentidos, o queAngel Acebes diga que ETA tutela la reforma del Estatuto.
Pero más allá de esta ofensiva con los pretextos más variados, subyace el problema trascendental de organizar el modelo territorial del conjunto de España, y también de Cataluña, en términos de racionalidad y sin herir los sentimientos de unos y de otros, que es el verdadero objetivo político, o debería serlo: no el poder celebrar victorias pírricas o acuerdos amargos o salvar los pactos de gobierno. Aunque se ha voceado lo contrario, Rodríguez Zapatero, y también la vicepresidenta Fernandez de la Vega o los ministros Bono y Sevilla, han marcado muy claramente los límites del Estatuto catalán para que respete,no solo el marco constitucional, sino un modelo de Estado plural, armónico, solidario y eficaz. Y no cabe marcha atrás. Nunca el precio de un acuerdo puede poner en riesgo ese modelo, aun a costa de que no salga adelante el estatuto catalán o cualquier otro.
León Buil Giral