21/04/2009 - CATALUÑA VALE UN ESFUERZO
Las veladas amenazas que han llegado desde Cataluña hasta Madrid en los últimos días, en el sentido de que si no se aprobara un acuerdo optimo de financiación entre la Comunidad y el Gobierno de España podría entrarse en un período de convulsión política que pondría en riesgo tanto al Tripartito catalán como al gobierno de Rodríguez Zapatero, han provocado una fundada alarma en los círculos más sensatos del análisis político, máxime cuando el partido popular está fraguando un acercamiento a los nacionalismos amparando algunas de sus tesis más pasables. Cuando se empieza a hablar de la soledad del presidente del Gobierno, no estamos ante un recurso de retórica rebuscada, sino ante una realidad que tiene en el Congreso de los Diputados su más exacta expresión. Y es razonable que cunda la preocupación en un escenario de crisis económica profunda y con el repertorio de ayudas del Estado casi agotadas.
Sería muy fácil desmontar los riesgos aparentes de esta situación, restando importancia a unas tensiones que ya se han producido en otras ocasiones con diversos motivos, pero sería una ligereza echar en saco roto unos problemas que van creciendo y complicándose por cada día que pasa, sin que se aprecie alguna mejoría tangible.
En el fondo de la cuestión persisten dos problemas conexos, casi irresolubles y, además enquistados. Por una parte el gobierno de Montilla no puede cumplir con los objetivos propios y los pactados con sus socios porque, en cuanto a la confirmación del Estatuto de Autonomía por el Tribunal Constitucional, tanto Esquerra como la oposición de CIU no admiten ningún recorte del texto en puntos que ellos consideran sustanciales, advirtiendo que si la sentencia no es satisfactoria entrarán en una nueva dinámica política; y en cuanto a la financiación, que es un punto crucial del texto estatutario, si no se alcanza un acuerdo satisfactorio se impedirá coronar el programa progresista que permitió cerrar el pacto de gobierno con ERC ye ICV y que carece de medios suficientes para cumplirse. No debe extrañar que Montilla, que se encuentra entre la espada y la pared, haya dejado caer, como quien no quiere la cosa, que el PSC es un partido federado en el PSOE, pero es quien traza o pretende trazar su propia política en Cataluña y puede condicionar la nacional.
Y tampoco debe de extrañar que Rodríguez Zapatero y sus ministros y ministras también estén profundamente preocupados, una vez que el PNV ha roto amarras, porque la difícil situación en el Congreso de los Diputados y la precariedad y dificultad de los apoyos que se pueden conseguir en el grupo mixto, no solo influirán en el desarrollo del programa legislativo del gobierno, sino que podremos constatar que los grupos parlamentarios de la oposición si llegaran a acuerdos, podrían marcar la agenda parlamentaria y alterar el programa del gobierno.
Ante este doble problema, ya lo ha dicho Rodríguez Zapatero, ahora será necesario más diálogo, pero no bastará. Habrá que recurrir a la transacción, al compromiso. Por mucho que desde CIU se hayan dado muestras de un distanciamiento considerable, son muchos los intereses comunes y, sobre todo, saben que sus legítimas reivindicaciones pueden ser atendidas mejor por un gobierno del PSOE que por otro del partido popular, que ya ha dejado suficientes evidencias de su animosidad ante los nacionalismos. Y aunque en la coalición convergente conviven sensibilidades diversas, Durán Lleida ha sabido siempre llevar un buen rumbo y no cerrarse ninguna puerta. Siendo posible, como lo es, el acuerdo, Cataluña bien vale un esfuerzo por parte de todos.