02/09/2008 - DE KOSOVO A OSETIA
Cuando ya han remitido las reacciones más duras frente a la intervención rusa en Osetia del Sur, cuyas ansias de independencia fulminó un imprudente Saakashvili con su intervención militar, ignorando que en reciente referéndum el 91% de la población se había inclinado por la independencia respecto de Georgia y su unión a Osetia del Norte, empiezan a aparecer algunos análisis obviando la manipulación de noticias que ha envuelto este asunto en el que para las potencias occidentales el malo era Rusia y el inocente la Georgia aspirante a integrarse en la OTAN, protegida de los Estados Unidos de Bush y candidata a disponer de una importante base militar frente al resucitado oso ruso y el integrante del eje del mal, Irán, a poco más de cien kilómetros de distancia.
Parece indudable que la recuperación del control del territorio osetio, poblado por una etnia distinta al pueblo georgiano, con su idioma propio de ascendencia indoeuropea con diferencias incluso alfabéticas y con una larga tradición de costumbres y modo de vida diferentes. A esto se unió el error de seguir pautas orográficas para delimitar el territorio osetio del georgiano durante el proceso de desintegración de la URSS y la mala política de fuerza de los gobiernos georgianos que ha llevado a los dirigentes de Osetia del Sur a hablar de los tres genocidios perpetrados contra el pueblo osetio desde su pretensión de independencia en 1918 que Tiflis ahogó en un baño de sangre.
Pero la situación actual tiene un origen bien cierto y perfectamente previsible desde mucho tiempo atrás. La declaración unilateral de independencia del territorio de Kosovo, impulsada por Estados Unidos para consolidar su presencia militar en el territorio, y el reconocimiento como nuevo Estado de algunos importantes países europeos, entre los que no se encontraba España, fue un ejemplo de irresponsabilidad y cinismo,y, lo que es peor, un precedente que rompía la doctrina de las Naciones Unidas -puesto que nunca Kosovo se había configurado como Estado independiente y había sido el origen territorial de Serbia-.
Como ya escribía en este mismo medio en diciembre del año pasado a propósito de la declaración unilateral de independencia de Kosovo y su reconocimiento apresurado por algunos países "es lo cierto que la Unión Europea ha bendecido secesiones e independencias con muy escasos apoyos argumentales y mucha carga de intenciones geopolíticas". Porque este asunto, no nos engañemos, huele a pólvora y a petróleo.
Quizá alguien se escandalice de este análisis que pretende ser objetivo, pero nadie negará que la reacción de Rusia era previsible ante un cerco que no cesa de estrecharse por parte de los Estados Unidos que, más allá de una lógica desconfianza ante el crecimiento del poder ruso y de la adopción de medidas preventivas, por si acaso, va situando sus peones en forma de bases militares en la propia área de influencia de Rusia. En este caso, utilizando al impulsivo lider georgiano Saakashvili como punta de lanza y a la Unión Europea como avalista en blanco. Afortunadamente, Europa no ha entrado ahora en el sucio juego.