León Buil

01/03/2006 - LA OTRA GUERRA DE AZNAR Y EL CENTRO DE RAJOY


Con la pancarta colgada todavía y revalidando la calle es mía de Fraga, Aznar va a bendecir en la próxima convención del partido popular una guerra que se le hizo imposible en Irak, llevándola en modalidad incruenta al campo politico interno para que sus albaceas se sientan públicamente respaldados. Esto supone que en los próximos meses, lejos de ceder la insoportable tensión política que se está trasladando a la sociedad reavivando los odios entre españoles, se acreciente y cristalice la ruptura entre la España central y algunos de sus pueblos, significadamente Cataluña, a cuyo proceso están colaborando con increíble torpeza algunos prebostes territoriales, como el conseller Saura con su advertencia de que "Cataluña no es una colonia", una obviedad insultante, porque nadie en el resto de España la considera de tal naturaleza ni la ha considerado históricamente. Como tampoco contribuyen a reducir el anticatalanismo propagado por el partido popular y algunos medios de comunicación muy concretos como las emisoras del episcopado, en las que se da licencia para incendiar a un personaje tan atrabiliario como Jiménez Losantos, porque ya lo de menos es que mienta o que injurie: lo grave es que alimenta en la derecha más radical y en los sectores católicos más reaccionarios el odio a todo lo que suene a progresista, a nacionalista o a laico.
Los importantes refuerzos que han conseguido los actuales dirigentes del partido popular, con una manipulación continuada de la realidad, han supuesto la fidelización de un alto porcentaje de sus votantes, como muestran con rara coincidencia las distintas encuestas de opinión, aunque es dudoso que puedan aumentar su cuota electoral con la actual política de acoso constante al Gobierno. Por otra parte, hay también un importante sector silencioso entre los populares que no comulga con la actual estrategia de sus dirigentes y que desean una orientación más centrista y equilibrada, lo que también se ha convertido en una necesidad para el primer partido de la oposición que, ya no puede ganar electorado entre el ámbito conservador una vez que ha integrado a la extrema derecha.
Esta situación ha suscitado la reclamación del centro político que viene anunciando Rajoy desde hace unos pocos días, quizá para evitar sorpresas en la inmediata Convención. Aparte de sus ofrecimientos de colaboración en materias de política territorial y terrorismo, desmentida por otras declaraciones, hace unos días presentaba la integración de los residuos contaminados del CDS, el partido que fundara Suárez precisamente para impedir el enfrentamiento entre españoles. Para los que fuimos mentores y fundadores de aquél magnífico partido político, resulta una burla que el partido popular, este que tenemos hoy y no el que debería ser, pretenda hacer creer que tiene algo que ver con los principios y la ejecutoria de aquella organización política que si en algo se distinguió fue en el rigor dialéctico y el respeto a los adversarios políticos. Ahora ya se anuncia la orientación hacia un centro reformista, algo que ya se decía antes, pero no se aclaraba en qué dirección iba la reforma.
Es muy deseable para todos que ese cambio de rumbo sea real y permanente, y que el partido popular abandone sus modos montaraces y agresivos, pasando a ser una oposición tan dura como quiera, pero seria y respetable, atacando los errores del Gobierno, que no son pocos, y defendiendo posiciones moderadamente progresistas. Es más que probable que su marcha hacia el centro, si realmente se produce, le reporte un retroceso entre el sector ultraderechista que hoy se acoge enfervorizado bajo las siglas del partido popular y su feroz campaña contra el socialismo. Es un factor que habrá que tener en cuenta, porque las adhesiones de los residuos del franquismo y del nacionalcatolicismo patrocinados por un sector del episcopado y del clero, no se han prestado a los populares a título gratuito. Tampoco la actual cúpula del partido y sus vicarios territoriales estarán muy complacidos con el cambio pretendido que, aunque no pase de un mero maquillaje, siempre obligará a adoptar algún cambio que desagrade a los partidarios de continuar con la actual política de desgaste con todos los medios. En fin: que son muchas las condicionantes como para creer en esa recuperación del centro progresista. Cuestión de fe, vamos.

León Buil Giral
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