21/05/2008 - UN DESENCUENTRO DESCONTADO
UN DESENCUENTRO DESCONTADO
En la política nacional hay pocas sorpresas de importancia, por ahora. Los acontecimientos se producen con una lógica rígida y generalizada, lo que no es muy común en un campo en el que abundan las paradojas. Y sin romper la tendencia, la entrevista entre Rodríguez Zapatero e Ibarretxe ha dado los frutos que se esperaban: existe diálogo, pero ningún acuerdo salvo seguir en el mismo tono de conversaciones educadas entre los responsables de dos instituciones que, aunque sujetas por un principio constitucional e histórico de subordinación -y ahí se equivoca el lehendakari, que afirma que Euzkadi no es parte subordinada de España-, están llamadas por la propio Constitución y el bloque constitucional a entenderse, porque el Estado es el conjunto.
Dos asuntos han quedado bien aclarados, aunque ya se avanzaron por las dos partes: que cualquier negociación sobre el status del país vasco tiene que respetar la Constitución, obviedad que no parece entender el presidente vasco; y que el plan soberanista que éste trazó y fue rechazado por el Gobierno socialista y por el Congreso de los Diputados, es la única hoja de una ruta que no parece admitir variaciones ni siquiera mínimas, lo que dificulta hasta la casi imposibilidad un acuerdo futuro.
Sin embargo, si bien los límites constitucionales en tanto no se modifiquen son insuperables, la reforma y ampliación del actual Estatuto de Gernika admite una amplia gradación que permitiría que el País Vasco adquiriera unas formidables cotas de autonomía que se sumarían a su ya espléndido concierto económico, algo que solo Navarra consiguió también, y no otros territorios que hasta el advenimiento del Estado centralista borbónico gozaban de regímenes semejantes. No se entiende en consecuencia el empecinamiento del lehendákari en seguir con su plan, en vez de negociar sobre la base de la transversalidad de un acuerdo entre todos los partidos democráticos vascos como propusiera Imaz y de modo más sutil Urkullu.
Pero es cierto que como ha dicho con desparpajo Ibarretxe, las elecciones tienen un significativo peso en el mantenimiento de las posiciones encontradas: el PNV tiene que recoger en las inmediatas elecciones autonómicas todos sus votos y los que pueda allegarse de la izquierda abertzale con un discurso rotundamente nacionalista. Por su parte, el PSOE no puede mostrar ninguna fisura en su planteamiento constitucionalista para evitar la fuga de votos hacia la derecha o la abstención. Es en ambos casos un planteamiento simple, pero que siempre domina en los procesos electorales, porque sin votos no hay poder ni capacidad de negociación.
Habrá más tarde que pronto otros encuentros, otras conversaciones y también, pasadas las elecciones, otras propuestas posibilistas por parte de quien presida el Gobierno vasco, aunque fuera el propio Ibarretxe, que podrán ser discutidas y admitidas porque interesa a todos. El nacionalismo llega hasta donde sabemos con sus grados desde el máximo radicalismo a la moderación que impone la conveniencia y el sentido común. Pretender someter a consulta un proyecto político en el que no participaran todas las fuerzas políticas del país sería un tremendo error y una irresponsabilidad. Ibarretxe, aunque juegue fuerte, lo sabe muy bien. Y en el PNV, donde siempre ha señoreado la sensatez, mejor aún.