León Buil

06/07/2009 - CNI:MAS QUE INFORMACIÓN

No era ningún secreto para nadie que en el Centro Nacional de Inteligencia había problemas serios que se venían arrastrando desde mediados los años noventa del siglo pasado, cuando como una actuación más para derribar al gobierno de Felipe González se difundieron, no solo los enfrentamientos internos entre las distintas secciones del organismo, sino aspectos importantes de las investigaciones realizadas dentro y fuera de España, filtrándose incluso documentos clasificados que provocaron el descrédito del entonces llamado CESID y el cese de su director Alonso Manglano que venía desempeñando su puesto con eficacia desde que fuera nombrado por Calvo Sotelo.
Ya en aquella etapa de modernización de los servicios de inteligencia, lo que nació como heredero de la inteligencia militar se convirtió en un organismo al servicio de la política de defensa en un sentido amplio que comprendía la contrainteligencia y la investigación de cuantos fenómenos pudieran afectar a la seguridad nacional por causas económicas o de otra índole, extendiendo sus operaciones a muy diversos países y trabando una colaboración que solo se trastocó durante la crisis del 95. Esta ampliación de objetivos entrañó la tecnificación y diversificación del personal al servicio del Centro que amplió notablemente su capacidad operativa y el valor de sus análisis, que no se ciñen a las tensiones bélicas y a los focos del terrorismo, sino también y crecientemente a los conflictos posibles por el dominio de fuentes de energía o de materias primas fundamentales, al papel de las mafias en el tráfico de estupefacientes y de personas o de la criminalidad organizada.
El campo de actuación del ahora llamado CNI es global en cuanto a la presencia de sus agentes, y general si se atiende a sus objetivos que comprenden desde la seguridad exterior a la atención y salvaguarda de los intereses económicos de España en todas partes.
Por estas razones produce estupor que, por una parte, el que fuera hasta hace unos días director de un organismo tan esencial en la estructura del Estado y tan trascendental para los intereses españoles, cometiera uno o varios deslices externos o errores internos de dirección aunque fueran sin repercusión directa en los cometidos del CNI, porque no solo es una cuestión de imagen sino indicio de no tener conciencia de sus responsabilidades. Por otra parte, causa preocupación contemplar una vez más que en la contienda política no se distingue o no se quiere distinguir entre la denuncia de las irregularidades o incluso delitos de personas con responsabilidad en las instituciones, y el descrédito de esas mismas instituciones, más grave aún en el caso de entidades altamente sensibles, como son los tribunales, o las fuerzas y cuerpo de la Seguridad del Estado o ahora el propio CNI.
Porque el resultado de los conflictos internos y el aprovechamiento mediático externo no se limita a liquidar a un peón importante del Gobierno o a destapar algunos roces entre ministros o ministras, sino que pone en cuestión la reserva que debe presidir todas las actuaciones del servicio de inteligencia. Afortunadamente se ha encontrado en el general Sanz Roldán un sustituto capaz de taponar las vías de agua que presentaba el CNI. Y parece que cuenta con una aceptación muy amplia. Bueno será que reponga la situación a la normalidad porque el país no puede permitirse que sus servicios de inteligencia con toda su trascendencia para los intereses de España, sufran una nueva crisis de dirección y fiabilidad.