06/03/2007 - OTEGI PRISIONERO
Cuando hace unos días el dirigente abertzale realizó unas declaraciones en entrevista, en las que planteaba una futura negociación sobre el problema vasco en términos democráticos, pocos dudamos que estábamos ante un globo sonda que, contando con el beneplácito de los restantes dirigentes de la ilegalizada coalición, revelaría algún dato sobre la verdadera situación del problema. Ya tenemos el dato: Otegi y sus compañeros de cúpula siguen siendo prisioneros de las directrices que les llegan desde la dirección etarra que, curiosamente, disfruta en territorio francés de una confortable capacidad de maniobra en correspondencia con la renuncia a tensionar la situación en Iparralde.
En esta trágica situación del problema vasco que va acumulando a diario nuevos episodios de hostilidad y aborrecimiento con el claro propósito de desestabilizar al poder legítimo y propiciar un estallido de la España tenebrosa frente a la otra mitad, cualquier episodio más o menos normal se eleva a la categoría de trascendental para poder utilizarlo como ariete contra las políticas del gobierno. Es lo que ha ocurrido con el caso de la aplicación de los beneficios penitenciarios previstos en las normas a Iñaki de Juana, con docenas de precedentes que fueron acordados pacíficamente durante los gobiernos de Aznar, o con la OPA de E.On que se fraguó con la prestación de informes confidenciales que a la derecha de este país le pareció normal y que ahora, en cambio, le produce escándalo porque ENEL haya entrado en liza; o la pretensión de ilegalizar al PCTV que legalizó en su momento Acebes; o la polvareda levantada por regular la prórroga del mandato en la presidencia del Tribunal Constitucional hasta que se produzca la renovación de magistrados, que venía siendo observada tácitamente, pero que ahora se cuestiona airadamente.
Con el apoyo entusiasta de la ultraderecha, que ha desembarcado en el partido popular y en algunas asociaciones a las que ha aportado sus banderas preconstitucionales y algunas de las esencias franquistas, los dirigentes del partido popular no tienen empacho en tragarse sus conductas más recientes y en negarlas si es conveniente para sus intereses. No se trata de una doble moral, sino de la carencia de moral: desde que optaron por usar de cualquier medio para echar a Felipe González del poder, traspasaron las barreras de la ética política que dejaron atrás y que solo les sirve para echársela a la cara a sus rivales políticos. Y la cosa va a más, porque eliminados dirigentes como Rato o Piqué o Gallardón y muchos más que representaban la línea moderada del partido, el pobre Rajoy es prisionero de la horda taliban de la derecha mas montaraz. Y le falta valor para dar la vuelta a una situación que empieza a ser peligrosa para la estabilidad del país.
Y alguien podrá preguntarse ¿Y a qué viene la referencia al Otegi prisionero que encabeza este artículo? Pues a que, salvando distancias abismales, el dirigente abertzale es también prisionero de las exigencias de sus coaligados más radicales y de la tutela amenazante de ETA, y una de dos: o condena explícitamente toda violencia y excluye cualquier condición para abordar el problema vasco, o hay que dudar de sus creencias democráticas y de la sinceridad de sus propuestas. Porque poner como condición el abordar conjuntamente la situación de Navarra, es tanto como introducir un elemento que no tiene respaldo ni histórico ni actual. Su propuesta es tan absurda como reclamar la unidad de los pueblos celtas, y da argumentos a los que se oponen a cualquier solución pacífica y democrática de la cuestión. Prisionero, en difícil equilibrio entre los partidarios de seguir con la presión de la violencia y quienes apuestan por la vía democrática, controvertido por maximalistas y posibilistas de su coalición, pasaría a la historia como persona valiente e inteligente si se decidiera a dar el paso decisivo y a romper con todas sus restricciones: condenar el terrorismo y toda violencia.
León Buil Giral