25/06/2008 - UN CONGRESO CON DERROTADOS
Los centenares de análisis sobre el resultado del Congreso del partido popular son coincidentes en el triunfo de Mariano Rajoy y en la configuración de una ejecutiva valiosa, con unas características de extracción y preparación que puedan servir, como decía Arenas, para conseguir esos dos millones de votos necesarios para alcanzar el gobierno de la nación. Otra cosa es llevar a buen puerto tal objetivo.
En el vértice de las sorpresas de nombramientos figura el de Maria Dolores de Cospedal, ya muy significada y valorada en su campaña de las autonómicas como pretendiente del partido a la presidencia de Castilla-La Mancha. Es cierto que su nombre se barajaba como una de las más probables entre las personas aspirantes al segundo puesto en la jerarquía del partido. Y aunque Rajoy mantuvo una absoluta reserva sobre cualquier característica personal que pudiera dar pistas sobre la ahora nominada y elegida, el planteamiento general que perseguía una actitud más centrada del partido y una renovación de sus cuadros, apuntaba a muy pocas personas que se hubieran labrado un historial de moderación ideológica y brillantez dialéctica.
Pero no todo ha sido renovación, y no debía serlo, porque en los partidos políticos se tiende con demasiada frecuencia a prescindir, con elegancia variable, de personas muy válidas que por el solo hecho de cumplir años o permanecer largo tiempo en puestos políticos de relevancia, se fulminan de la noche a la mañana. Repasando los nombres del Equipo Directivo y del Congreso Ejecutivo, se comprueba cómo personas que tuvieron importantes responsabilidades han sido renovadas en sus cargos o incluidos en los más importantes órganos del partido. Eso sí: algunos de ellos con una nueva faz más amable y contemporizadora, a tenor de sus declaraciones.
Cuestión distinta es si este equipo, que puede considerarse nuevo o de tendencia renovada -Cospedal, Arenas, Mato y González Pons- junto a Soraya Sáenz de Santamaría y Pío García Escudero, podrán arañar al PSOE el voto centrista, siendo tan reciente la táctica de la máxima crudeza y agresividad contra el Gobierno socialista y muchas otras instituciones. En realidad, se trataría de volver a los tiempos de la primera legislatura de Aznar, cuando se partía el bocadillo con los nacionalistas y se daba suelta a solicitudes tan nefastas como la supresión de gobiernos civiles, transferencias masivas en política de seguridad o traspasos de la Guardia Civil de Tráfico. No han faltado muestras de este nuevo enfoque de la oposición ya antes de la celebración del congreso en el que el triunfo ha sido de Rajoy y su equipo.
Pero pese a las frases afables que se han oído y las protestas de unidad, también ha habido derrotados: unos, los que rechazaban el liderazgo del actual presidente y proponían una alternativa que finalmente no ha existido. La práctica totalidad de estas personas ha quedado fuera de los órganos de dirección. Pero también hay otros perdedores, que son aquellos que apostaban por la línea más dura tanto en lo referente a los nacionalismos como frente a cualquier medida de gobierno sobre la cuestión territorial autonómica, la educación o la inmigración, por citar los asuntos más espinosos. Algunos de estos críticos parecieron entonar el canto del cisne en el propio congreso; otros, sencillamente, han desaparecido o se han refugiado en sus cuarteles de invierno: es difícil barruntar sobre su futuro. Pero resulta difícil aceptar que personajes como Esperanza Aguirre, incuestionablemente derrotada, renuncien a sus objetivos proclamados hace muy pocas semanas. Ya veremos.