León Buil

15/05/2007 - ETA ENCADENA A BATASUNA

Algunos comentarios han mostrado sorpresa porque ni la Fiscalía ni los Servicios Jurídicos del Estado han solicitado la ilegalización de ANV, partido resucitado de entre los muertos, pero partido político legal, democrático y que en sus estatutos condena la violencia, y que ha decidido concurrir a las elecciones con un programa que responde a sus principios fundacionales formulados hace más de setenta años: socialismo y nacionalismo vasco que viva en "libertad, paz y democracia", facilitando la cobertura de sus siglas legales la participación de quienes no podrían hacerlo como sucesores de la ilegalizada Batasuna.
En esta atroz situación social y política que atravesamos, en la que las palabras y los conceptos han perdido su sentido y solo tienen el valor que puedan conservar como elementos para destruir al contrario, puede parecer pueril el argumento de que el Gobierno no ha instado la ilegalización de ANV porque no existen pruebas suficientes de su supeditación o confusión con Batasuna, como afirma el Tribunal Constitucional al declarar no haberse alcanzado "el punto en que la trama defraudatoria se confunda con la dirección formal el partido,(por lo que) la disolución de éste pudiera haber resultado desproporcionada". Pero actualmente carece de importancia para algunos que el propio intérprete de la Constitución declare que no se dan las condiciones para ilegalizar un partido político porque la izquierda abertzale cobijada bajo la ilegalizada Batasuna recomiende votar a las listas de otro partido también de izquierdas y nacionalista.
Toda la materia relacionada con el terrorismo ha pasado a constituir el eje central de la ofensiva del partido popular contra el Gobierno, una vez que se agotaron las municiones proporcionadas por la nefasta tramitación del Estatut catalán, renovando constantemente con la ayuda inestimable de la AVT los pretextos para la agresión, incluso bulos manifiestos como las pretendidas cesiones ante ETA.
Tampoco sirven de nada los desmentidos en cadena, porque en el partido popular parten de la idea de una desconfianza absoluta en todo lo que haga o diga el gobierno: su recinto ideológico no solo se ha cerrado, sino que se refuerza con la negación de todo lo contrario, aunque sea evidente, llevándoles a crear y creer en un mundo irreal en el que tienen cabida toda suerte de conjeturas y figuraciones, y hasta delirios.
Entre tanto, ETA o su sector menos violento ha congelado su planteamiento de abandonar la violencia y establecer conversaciones con el gobierno español, porque ya ha podido comprobar que cualquier acuerdo será reventado por el partido popular o sería invalidado si volviera a obtener el gobierno de la nación. Por activa y por pasiva han expresado sus dirigentes reiteradamente que derogarán cuantas leyes han sido aprobadas sin su voto, y que revocarán cualquier acuerdo que no les guste aunque sea conveniente. Con este planteamiento, ningún grupo terrorista aceptaría negociar su disolución si no obtiene sólidas garantías. Los etarras tienen demasiada historia sangrienta y han encontrado un modus vivendi a costa de la extorsión, que volverán a utilizar en la medida que la necesiten, a no ser que se garantice una reinserción sin riesgos ni sobresaltos. Es posible que tras el intento de Batasuna por hacerse representar en las instituciones estuviera la necesidad de allegarse recursos y hacer valer su peso como brazo político de ETA. También es posible que las candidaturas sobrevivientes de ANV acumulen representaciones legítimas de la izquierda nacionalista vasca y también de Batasuna. Pero tales circunstancias carecen de verdadera trascendencia. Lo trascendental es que todo este proceso electoral ha hecho evidente que Batasuna ha vuelto a quedar sometida totalmente a ETA, que le ha impedido concurrir normalmente a las elecciones para lo que hubiera bastado la condena explícita de la violencia terrorista y aceptar de plano las reglas democráticas. E igualmente trascendente, que es imposible intentar el fin del terrorismo etarra mediante negociaciones en tanto no existan garantías, para todos, de que cesa toda violencia y que se van a cumplir los compromisos. Hoy no las hay. Rodríguez Zapatero hace bien en persistir en su empeño, pero tendrá que esperar a que en España la izquierda abertzale aprenda lo que significa la democracia y a que la oposición conservadora recobre su sentido de responsabilidad en un asunto tan sustancial como es el terrorismo.

Leon Buil Giral