18/06/2008 - LOS ERRORES PASAN FACTURA
Cuando algunas encuestas han revelado que la intención de voto por el partido que hoy gobierna ha disminuido notablemente, se ha empezado a considerar que el Gobierno ha cometido algunos errores importantes, de los que hacen mella en el electorado. Porque nadie atribuirá el descenso a la política de oposición, casi inexistente, del partido popular que está inmerso en sus problemas congresuales que afectan tanto al liderazgo como a cuestiones ideológicas y estratégicas. Es más: ni siquiera se ha reparado hasta ahora en que buena parte de los ministros han llevado una actividad de perfil bajo durante estos tres meses transcurridos desde la elecciones generales, acaso obnubilados por el espectáculo de reyertas y maquinaciones en las alturas del principal partido de la oposición, que parece que se van reconduciendo de la mano de un Rajoy que quizá no es el líder perfecto, pero atesora buenas cualidades que se van poniendo de manifiesto en la medida que en ha roto sus ligaduras con el sector más duro de su partido.
Pero el aumento del precio de los carburantes y la huelga del transporte que, aunque parcial, ha puesto del revés al país, ha sido el causante de una conciencia popular más exacta sobre la verdadera situación económica que ha aparecido como preocupante bajo el manto de la semántica. Lo que muchos ciudadanos venían experimentando desde meses atrás, como el aumento de precios de los artículos de consumo, el elevación de los intereses de operaciones de activo o la contracción del crédito, junto al incremento considerable de las cifras de desempleo, calificado benignamente desde los ámbitos gubernamentales como desaceleración en un intento de no añadir factores psicológicos negativos a la situación real, se ha traducido ahora en una cascada de datos negativos que más allá de la macroeconomía afectan a las situaciones personales y a sus entornos más conocidos. Porque los efectos no se circunscriben a las necesidades cotidianas, sino que también se reflejan en otros indicadores; la demanda de empleo en los medios de comunicación, los ERES y cierres de empresas, las escasas licitaciones de las instituciones públicas en el BOE, la paralización ostensible en la construcción de viviendas y, ya en los últimos días, la retracción en las ventas del comercio minorista. Y menos mal que ha llovido.
L situación no es, desde luego, catastrófica pero tampoco es para sonreir o mirar para otra parte. El verano con sus ingresos por turismo paliará en alguna medida y solo transitoriamente los malos datos de crecimiento y desempleo. Pero llegará Septiembre con sus extraordinarios de gastos escolares y pago de vacaciones a crédito, con la morosidad creciente, especialmente en familias que han adquirido vivienda contando con los ingresos de ambos cónyuges y de los que ha fallado alguno, con el alza de precios en algunos artículos básicos y en servicios como la electricidad y el gas.
En resumen: el Gobierno tiene que aprender a llamar las cosas por su nombre, si no quiere sembrar la desconfianza entre los ciudadanos. Parece que Rodríguez Zapatero ha comenzado a modificar su discurso autocomplaciente, y también ministros como Sebastián y Corbacho y ministras como Elena Espinosa y Beatriz Corredor están dando pruebas de diligencia y acierto en sus cometidos para conjurar los riesgos de profundización de la crisis.
Sería una frivolidad achacar al Gobierno las causas de la actual crisis económica, como sería injusto no reconocer que la situación de España es más favorable que la de otros países de su entorno. Pero es innegable que la simulación de la que se ha abusado en estos meses pasados, ha sido un error palmario de los rectores políticos, hasta cierto punto explicable en período preelectoral, pero injustificable una vez conseguido un nuevo mandato. Rodríguez Zapatero ha dado pruebas abundantes de saber manejar sus recursos políticos en situaciones adversas. Ahora tiene que poner a contribución todo su ingenio y el de su gabinete para neutralizar los errores cometidos y devolver la confianza a la sociedad. Antes de Septiembre.