León Buil

26/04/2011 - ALIMENTAR EL RENCOR


Metidos a efectos prácticos en la campaña electoral, tanto por las limitaciones introducidas por la reforma de la ley respecto a inauguraciones y otros actos que impliquen propaganda política, como por el ambiente de confrontación creciente entre las distintas fuerzas políticas, están manifestándose de modo creciente y con mayor crudeza los efectos indeseables de toda confrontación electoral cuando se rebasan los límites dialécticos normales. Lo explicaré mejor: de la exposición de las ventajas que ofrece cada partido político y la denuncia de los defectos ajenos, que constituyen el contenido normal de las campañas electorales, se está pasando a sembrar de calumnias y falsedades no solo la ejecutoria política o profesional de muchas personas, sino también a distorsionar hechos incontestables, que constan de forma auténtica en los diarios de sesiones de las Cortes Generales o en las sentencias de los tribunales de justicia. Dejemos aparte los actos del Gobierno que, por supuesto, nunca aprobará la oposición aunque constituyan una copia fiel de sus propias propuestas. Pero se va más allá porque está cobrando presencia el discurso incendiario para echar a los socialistas de las instituciones.
Es indudable que la figura política de Rodríguez Zapatero estaba seriamente erosionada y no solamente por su gestión de la crisis económica. En estas y otras páginas ya he puesto de manifiesto que determinadas medidas políticas eran extemporáneas o sustancialmente impopulares. Pero una vez anunciada su acertada decisión de no optar a un tercer mandato presidencial, parecía razonable que se desactivara la cruzada antisocialista y se volviera a una situación menos tensa.
Pues no ha sido así. Por el contrario no solo se ha recrudecido la campaña contra el actual presidente, sino también contra su posible sucesor Pérez Rubalcaba y contra todo aquél elemento, con vida o sin ella, actual o histórico, que pudiera mejorar los resultados de los socialistas en las inmediatas elecciones. El partido popular ha sacado de sus arsenales todas sus armas dialécticas, incluso el terrorismo de ETA como ha denunciado entre otros Marcelino Iglesias, y todos sus recursos personales más intolerantes y radicales, los que no parpadean al mentir o ignorar la verdad, los que han perdido voluntariamente la memoria. En fin, los que no representan al tipo medio de un militante del partido popular. Desde los actuales mandamases González Pons y Cospedal, hasta los Aznar, Mayor Oreja o Vidal Cuadras, se vienen lanzando a una campaña en la que no solo tratan de desprestigiar a sus contrarios con graves acusaciones, sino a azuzar a sus electores más radicales que constituirían en cualquier país un bloque de extrema derecha, con el fin de sujetar a este electorado.
A este intento están colaborando algunos medios de comunicación, minoritarios ciertamente, pero que cuentan con fervorosos seguidores y comentaristas perversos que alimentan la sed de revancha de la ultraderecha española, asilada en el sector más extremo del partido popular. Si a esto se une la multiplicación de comentarios insultantes para los rivales políticos (¿o enemigos? a pie de artículos o noticias, con cruce incluso de amenazas, habrá que señalar a todos estos, a algunos políticos, a algunos medios de comunicación incluyendo a quienes son considerados sensatos pero que abren sus páginas a los comentarios más rastreros y agresivos, habrá que pasarles el tanto de responsabilidad por azuzar el rencor, la división y enfrentamiento entre los españoles: todo para echar a un presidente que no les gusta o no les favorece en sus intereses privados, o, en el caso del partido popular, para alcanzar el poder político a costa de lo que se considere necesario: desde la renuncia a sus principios éticos hasta la erosión o desprestigio de las instituciones más sagradas de la democracia.