27/10/2006 - LA OBSTINACIÓN DE CIURANETA
Ya hay resolución de la Signatura Apostólica de Roma sobre los bienes de las parroquias oscenses depositados en el museo diocesano de Lleida, y ya hay anuncio del obispo ilerdense de interponer recurso ante el plenario de dicho tribunal, aparte de seguir el impulso del presentado ante la Rota romana para dilucidar la propiedad de las obras de arte en litigio.
Las reacciones a la decisión de la curia diocesana han sido las esperadas: satisfacción de las autoridades y representantes políticos aragoneses y muy especialmente del obispo Milián, sin dejar de mostrar un toque de pesimismo, y disgusto en Lleida, donde sus más destacados prohombres con el presidente de la Diputación a la cabeza, han rechazado el decreto alegando una vez más la propiedad de las obras y el principio de unidad de colección o museo, algo que resulta incomprensible a quien sabe que las obras de arte estaban situadas en distintos lugares y muchas de ellas almacenadas, sin que se hubiera elaborado ningún proyecto museístico hasta que se produjo la reclamación de la diócesis de Barbastro-Monzón.
De unas y otras reacciones se desprende que, aunque se van sumando batallas victoriosas del lado aragonés no se ha ganado la guerra aunque mejore la situación gracias a las sucesivas decisiones favorables; pero también está quedando muy claro que el litigio en el ámbito eclesiástico va a conocer más incidencias. Y que una vez resuelto en vía canónica y con el obispo Ciuraneta reincorporado a la situación de obediencia, nos espera la tramitación y resolución de una segunda fase que ya está planteada por un conflicto de competencia entre las Comunidades Autónomas aragonesa y catalana, porque ambas se atribuyen la facultad de decidir sobre el destino de las obras de arte, si bien la resolución sobre su propiedad condicionará en gran medida la sentencia del Tribunal.
Entre tanto se están produciendo iniciativas muy varias para tratar de acelerar la solución del conflicto: Desde la entrevista que efectuará Marcelino Iglesias con altas representaciones vaticanas en las próximas semanas, hasta la insensata idea de movilizaciones populares, que solo servirían para trasladar a los ciudadanos el encono y la hostilidad que ya se advierte en algunos ámbitos más reducidos. El efecto, aparte de ampliar la brecha entre catalanes y aragoneses, lo que importa muy poco a demasiada gente, es que los intereses comunes que tiene la provincia de Huesca con Cataluña podrían verse afectados negativamente, especialmente la zona oriental de nuestro territorio que tiene fuertes vinculaciones negociales y de relación con la provincia catalana.
Por otra parte, no se debe generalizar la culpa del actual contencioso que reside en una persona que, por esta sola condición y por pertenecer con el grado episcopal a la Iglesia Católica, debería cumplir escrupulosamente los dictados de la ética o, si no los reconoce, los de órganos jurisdiccionales del máximo rango. Porque no debería sorprender que las autoridades civiles de Lleida traten de retener los bienes, aun en el supuesto de reconocerse que la propiedad no es de aquella diócesis, porque ellos se deben a su electorado. Pero es escandaloso que el obispo Ciuraneta, que está obligado a obedecer a los órganos superiores del Vaticano, se obstine en incumplir sus dictados con alegaciones que van desde implorar la unidad de colección o la legislación catalana hasta pretender que sus antecesores realizaron actos de dominio sobre las obras de arte, cuando cualquier estudiante de tercero de carrera sabe que únicamente ejercitaron acciones de conservación que corresponden como obligación al depositario. Y en cuanto a la demanda sobre el fondo presentada al Tribunal de la Rota, es notorio que las cesiones y compraventas, algunas reflejadas en documentos privados, están afectadas de mala fe porque se compraban a los párrocos a muy bajo precio o por intercambio con imágenes modernas u ornamentos de ínfimo valor, aparte de resultar nulas en algunos casos porque los párrocos no tenían la facultad de disponer.
Todo este embrollo, que si Dios no lo remedia va para largo, sirve de cortina de humo periódica para que se olviden otros problemas más acuciantes, también aletargados bajo el paraguas triunfante del ladrillo. Pero sin menospreciar el asunto de las obras de arte que deben volver aquí, y que volverán pese a la actitud rebelde del obispo Francesc Xavier Ciuraneta, hay que volver los ojos a la actividad de los actores políticos que nos competen, porque parece que se acuerdan poco de nuestras necesidades y las corrientes de inversión pública han tomado otros derroteros. Pero de esto, ya se escribirá en una próxima ocasión.
Leon Buil Giral