26/05/2011 - ASUMIR RESPONSABILIDADES,NO BASTA
ASUMIR RESPONSABILIDADES, NO BASTA
He evitado en estos tres días analizar los resultados de las elecciones municipales y autonómicas, calificables como descalabro del partido socialista, si bien he de reconocer que esperaba que en Aragón se salvaran algunas instituciones, a tenor de las encuestas directas realizadas en los días previos. Pero a todos nos ha engañado la tendencia final del voto indeciso y la abstención, activa, facilitada por un buen tiempo durante el fin de semana. La gestión en la generalidad de ayuntamientos y en las propias Comunidades Autónomas, no ha sido determinante para decidir el voto, con la excepción de Andalucía. Han sido los vientos huracanados que venían del Gobierno central y la pobreza política de algunos candidatos y líderes territoriales los que han deparado al partido socialista los peores resultados de su historia en unas elecciones locales.
En todos los rincones de España donde ha habido elecciones se han multiplicado los análisis de la derrota y los posibles remedios. Los líderes territoriales han reconocido su parte de culpa, aunque también han trasladado otra parte a la crisis económica y una tercera al propio presidente del gobierno por los abundantes errores propios y de algunos personajes de su gabinete en esta última etapa en la que, junto a las duras medidas de aquél 9 de Mayo, se han introducido otros acuerdos que han puesto en contra del gobierno socialista a sectores o subsectores que suman muchos votos. A título de ejemplo: la limitación de velocidad o el endurecimiento de las prohibiciones para fumadores, sin duda convenientes pero no urgentes.
En el fondo se ha extendido por todo el país y en un notable porcentaje de su población una antipatía profunda -por no decir más- hacia Rodríguez Zapatero y cuanto ha venido representando, a su renuencia a admitir errores y medias verdades, a la selección de algunos de sus colaboradores en el gobierno y al papel de su gabinete, si es que ha tenido algún papel. En docenas de artículos en este y otros medios de comunicación he defendido muchas medidas del gobierno socialista y, en general, también su actuación cuando disponía de un cuadro de ministros competentes: Solbes, Sevilla, Caldera, Narbona, Lopez Aguilar, Moratinos, etc. que pusieron o trataron de poner en marcha políticas de alcance con sentido de la oportunidad y la proporcionalidad. Pero también en muchas docenas de artículos he puesto de manifiesto los errores en nombramientos de altos cargos y en la adopción de acuerdos que erosionaron aún más la confianza de los españoles en sus actuales dirigentes políticos socialistas.
Por todo esto no le basta al presidente del gobierno y Secretario General del PSOE con asumir responsabilidades políticas y entonar un "mea culpa" genérico, por no haber admitido a tiempo la gravedad de la burbuja inmobiliaria ni la hondura y duración de la crisis económica, tratando de paliar la falta de medidas correctoras eficaces con la adopción de decisiones de índole populista. Tan solo el nombramiento de Pérez Rubalcaba sirvió para devolver un hálito de esperanza a algunos españoles, porque otros ya habían abominado irrevocablemente de Rodríguez Zapatero más que por sus errores por una cierta prepotencia al negarse a reconocerlos. Después, de la mano de Helena Salgado y sobre la pauta marcada por Europa, se han tomado las soluciones oportunas aunque impopulares en materia económica y se han paralizado algunas iniciativas que parecían auténticas chorradas.
Lo que se hace necesario ahora es que el partido tome decisiones inmediatas para reponer sus programas de gobierno huyendo de gestos que no conducen a nada, que se consolide la figura del candidato a la presidencia del gobierno en las próximas elecciones buscando, no la figura más simpática o más maniobrera, sino la que suscite más confianza en los ciudadanos; y que reemprenda la tarea de convencer a sus electores de que gobierne quien gobierne se vivirá una etapa de estrechez económica y de sacrificios. Y respecto al Congreso del partido, en su momento.